Es una puesta en escena jugada, llamativa, imponente y minimalista a la vez. El mayestático espejo que pende sobre el escenario, en una visión notablemente corpórea, que muta su posición y refleja o refracta imágenes y luces, es protagonista junto al pedregullo en el cual se mueven los intérpretes. Con tan solo esos elementos, sumados a un notable trabajo de iluminación y movimientos coreográficos marcando dramáticas instancias, el director Calixto Bieito logra un resultado sorprendente y disfrutable, sin quitar la pátina que ha hecho de La vida es sueño, de Calderón de la Barca, un clásico del teatro.
El trabajo de Joaquín Furriel, como Segismundo, es descollante. El actor realiza un notable periplo interior para convertirse, en cuerpo y alma, en su personaje. Es capaz de subyugar y conmocionar, creando climas con su mirada, su postura, su talante y su expresiva dicción.
El cuadro final del segundo acto –que cierra con los famosos versos “que toda la vida es sueño, / y los sueños, sueños son”- es de una belleza inenarrable. En la soledad del personaje se ha conjugado una visión estética y enigmática que, con un tempo impecable en el decir, sobrecoge al espectador sensible transportándolo a sublimes dimensiones.
Son también sobresalientes las personificaciones que han logrado Muriel Santa Ana, como Rosaura, brillando con su grandiosa voz en el soliloquio del último acto, y Pacha Rosso, como Clarín, con el tinte justo de entretenimiento, en un bienvenido respiro, jugando al teatro dentro del teatro, con guiños al público y a la dirección, mientras se desliza por las butacas.
El resto del elenco está correctamente ajustado a la lupa del director y cumple con creces la idea de llevar a escena una historia poético literaria que cobra vida y fascina. Martin Wullich
Se dio hasta octubre 2010
Teatro San Martín
Av. Corrientes 1530 – Cap.
(011) 4371-0111
www.teatrosanmartin.com.ar
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