LA LÓGICA DEL ESCORPIÓN, cuerpo presente

Algunos pensamientos en derredor del último álbum de Charly García

Todo sucede tan rápido que el lanzamiento del último disco de Charly García, La lógica del escorpión, en septiembre de 2024, ya nos parece un acontecimiento lejano, casi perdido en el tiempo. Sin embargo, en aquel momento sucedió algo llamativo: las redes sociales y los medios de comunicación argentinos parecieron suspender por un rato la agenda relativa a la crisis política para dar lugar a una oleada de comentarios y opiniones que tuvieron como centro este disco. Hacía mucho que no sucedía algo así con un lanzamiento discográfico.

El álbum anterior de García había sido Random (2017). En los siete años que median entre estos dos registros sucedieron cosas. Por un lado, el músico evidenció un deterioro notable, que hizo que se llegase a temer por su vida. Del otro, se profundizó notablemente el declive de los soportes físicos en la industria discográfica, que ya venía teniendo lugar desde mediados de la década del 2000, en paralelo al crecimiento de las tiendas de música digitales.

Esto afectó tanto la materialidad en el almacenamiento y la reproducción de música, como las prácticas de escucha. El público en general ya no adquiere discos, excepto por razones de coleccionismo o nostalgia, y consume música codificada digitalmente a través de plataformas y aplicaciones. Como consecuencia de esto también se disolvió en buena medida la noción misma de álbum, concepto en definitiva anclado a la cantidad de música que podía almacenarse en la duración predeterminada de un soporte. Hoy ya no se escuchan álbumes, sino canciones, que en el mejor de los casos se agrupan en playlists que se organizan y actualizan en función de las preferencias de cada usuario o de manera automática por aplicación de un algoritmo.

Es notable la relación entre la materialidad del soporte y el formato de la obra sonora. A fines de la década de 1940 la industria discográfica, entonces en plena curva ascendente, estandarizó el disco de 45 rpm, imponiendo en ese acto una duración aproximada de tres minutos y medio a toda canción que pretendiese ser grabada y difundida en radio. Era el tiempo que podía registrarse en la cara de un disco sencillo. Cuando en 1948 Columbia Records lanzó el disco de larga duración (33 1/3 rpm), que permitía almacenar hasta 25 minutos de audio por cara, esto se tradujo en álbumes de ocho a doce canciones: el formato de la canción se mantuvo mayormente inalterado. Recién en 1968 una canción superó con amplitud ese formato y logró trepar en los charts. Fue cuando Los Beatles, aprovechando la posibilidad de reducir la distancia mínima entre los surcos de un disco, grabaron un single de más de siete minutos: Hey Jude.

Años más tarde, en 1982, se dio en cierto modo la circunstancia inversa: el desarrollo del disco compacto fue optimizado para que cada placa pudiera albergar hasta 74 minutos de música, en lugar de los 60 que habían sido planificados inicialmente. La decisión fue del entonces presidente de la compañía Sony, Norio Ohga, quien tomó como referencia la duración de una reproducción completa de la Novena Sinfonía de Beethoven. Obras más extensas debían recortarse para llegar a esa duración máxima, o bien repartirse en más de un disco.

El problema de la duración desaparece en el mundo de la música digital en línea, donde es posible encontrar obras como Sleep, del alemán Max Richter, con 8 horas 24 minutos de música, o The Rise and Fall of Bossanova, escrita por Michael Bostwick para su proyecto Pipe Choir Three (PCIII), con una duración de casi trece horas y media. De todos modos es probable que sean contados los usuarios que hayan escuchado estas obras de manera completa. Según el informe 2023 de la IFPI (International Federation of the Phonographic Industry) la mayor parte del público ya no escucha álbumes, sino que fragmenta su experiencia mediante listas de reproducción personalizadas o pasando de una canción a otra. Solo un 9% de los usuarios de tiendas digitales reproducen álbumes de principio a fin con alguna regularidad. El informe también destaca que los usuarios tienden cada vez más a escuchar segmentadamente, saltando de una canción a otra antes de que la pieza termine.

Por todo esto es que, incluso cuando el asunto tuvo finalmente su punto de agotamiento, resultó llamativo el caso de La lógica del escorpión. Hubo mucha gente pendiente de la salida del disco, que fue lanzado en vinilo y CD horas antes que en las tiendas digitales, para luego comentar la escucha ya no de una canción en particular, sino del disco completo, como en los viejos tiempos, generando un apasionado intercambio de opiniones. Como para demostrar que no se trató de un asunto de nostalgia, para la misma época Nito Mestre, compañero inicial de la carrera musical de García en Sui Generis, sacó también un álbum nuevo, sin que casi nadie se diera por enterado.

En su caso, se trató del registro en vivo de un concierto con la interpretación del álbum Vida, primer trabajo de Sui Generis (1972), con arreglos sinfónicos. Señalemos la diferencia: con una voz también estropeada por el paso del tiempo -aunque no tanto como en el caso de García-, Mestre vuelve su mirada hacia el pasado adolescente, mientras García propone un repertorio que, si bien también retoma por momentos su pasado, lo hace de manera más amplia, como haciéndose cargo de todo su decurso, mostrando asimismo su presente y asumiendo una fuerte autocrítica en el tema que le da título al álbum.

Lo primero que uno escucha en La lógica del escorpión es la voz, definitivamente deteriorada, de Charly García, quien a sus 72 años renuncia a cualquier intento por enmascararla mediante recursos técnicos. Decide, por el contrario, ponerla en primer plano, mostrando de manera cruda sus dificultades físicas. Se nota incluso su problema para articular las palabras con claridad.

Quienes asistieron a las sesiones de grabación cuentan que el propio García se encargó de tocar muchas partes de bajo, guitarra y teclados. Pero estos instrumentos no son, en definitiva, sino máquinas: el sonido que se escucha es determinado por una extensa serie de variables, entre las cuales la habilidad del músico es apenas una, ni siquiera la más relevante. Más allá del trabajo de los técnicos de grabación, el ingeniero de sonido y la compleja tarea de edición y mezcla, si la tecla que se oprime o la cuerda que se pulsa genera un sonido, este deriva de una cadena técnica integrada por diferentes sistemas de amplificación y ecualización. La voz humana, por el contrario, está inevitablemente anclada a un cuerpo que eventualmente envejece y se deteriora.

Y allá en el fondo está la muerte. Allí es donde quizás reside nuestra fascinación. En la voz deteriorada de ese hombre, que lo revela a un mismo tiempo como alguien derrumbado, pero que todavía persiste. Un mortal rebelde que paga caro, pero con aceptación, sus muchos excesos, y que se empecina en dar pelea, en permanecer y reivindicar la valía de lo que va quedando, en un contraste brutal con los sonidos eternamente jóvenes de los instrumentos electrónicos que lo acompañan. Con un poco de cuidado, esos mismos instrumentos sonarán igual dentro de cien años. La voz dañada de García, en cambio, revela de manera descarnada la limitación temporal de la naturaleza humana. Allí está el grado cero de la humanidad, contenido en esa música, que por eso mismo nos conmueve.

Pero si tanto llama la atención la presencia evidente del cuerpo en el contexto de un registro discográfico, cabe pensar que eso pueda deberse a que el cuerpo paulatinamente ha comenzado a estar ausente en la expresión musical. Es probable también que este hecho se haya dado a través de un proceso tan discreto que se le permitió tener lugar sin que nos percatásemos de él hasta ahora, cuando el contraste con una voz destruida, pero innegablemente humana, llega para denunciarlo.

En tiempos de fascinación por los contenidos producidos por las inteligencias artificiales generativas, que producen simulacros cada vez más espectaculares y difíciles de distinguir de lo real, recuperar la noción del cuerpo es algo que nos asombra y nos conmueve. Incluso a pesar de que todo suceda tan rápido. O quizás precisamente por eso. Germán A. Serain

Escuchar La lógica del escorpión en YouTube
Charly García en Wikipedia

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