No sólo toma su flauta o su saxo. También redescubre una inusual flauta travesera baja y hasta es capaz de sentarse al piano para interpretar una melodía que se le ocurrió esa tarde. Es más, se atreve a tocarla sin ambages delante del virtuoso violinista Pablo Agri –de visita este martes- y del impecable guitarrista Ariel Argañaraz, quien completa la otra parte de este atractivo dúo. La música sale como si la hubieran practicado hasta el cansancio, y su interpretación es la de quien sabe que la cuerda percutida no le impedirá expresar lo que siente aunque lo suyo sea soplar. Así es Julián Vat, con su natural simpatía, la misma que escondía su gran talento e incipiente profesionalismo hace dos décadas, cuando lo entrevisté por vez primera. Una vez más demuestra que los chicos crecen mejorando y que, por suerte, la esencia no cambia.
Entre tangos, valses, milongas, temas propios y de otros, se deslizan los sones deleitando los oídos. Pasa La Pintiana, inspirada milonga que creó para acompañar a dos bailarines de tango en un espectáculo de Enrique Pinti, junto a una ocurrente Tarántula, también de su autoría. Claro que no pasa Al galope, como imaginó Leopoldo Federico a su tango. En una versión con mucho vuelo, llegan las Golondrinas de Gardel, y el candombe que para el zorzal criollo compusieron Rada y Fatorusso.
No es el único homenajeado, pues Juan Carlos Copes recibe la milonga que le obsequió Adolfo Gómez. Sin quejas aparece la que Nunca tuvo novio, seguida por los que Fuimos, en aquellos Años de Soledad. No hay fuelle en el escenario, pero está presente en Che bandoneón. No faltan Troilo, ni Manzi, ni Piazzolla, en este tan rioplatense recreo con exquisitos arreglos. Martin Wullich
Fue durante noviembre 2010
Clásica y Moderna
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