La cabal prueba de que la exquisitez vocal y la simpatía personal pueden ir de la mano está presente en la mezzosoprano Joyce Didonato. Además, como ya se siente amiga del público argentino –nos visitó en 2012 y en 2014-, ha tomado una confianza encantadora que no desdeña el humor ni el vibrante cariño que transmite en sus presentaciones. Con ese tono exultante inició su recital, entregando una deliciosa De España vengo de la zarzuela El niño judío de Pablo Luna, aclarando después que aunque la letra diga “soy española”… “no tengo niente niente, pero en mío corazón estoy muy española”. Esa comunicación fluida y en tono familiar, donde mezcla sin ambages el italiano, el español, el inglés y hasta el francés, es la que genera gran parte de su magnetismo natural. El resto es su diáfana voz, su particular timbre, su emisión potente y la expresión de su sentimiento. Nada menos.
Pasó la frontera, llegó a la Francia de Ravel con una versión sutil y profunda de Shéhérazade y culminó la primera parte con la enérgica entrega de Bel raggio lusinghier, de la ópera Semiramide de Rossini. Es decir, tres naciones y estilos tan variados como para demostrar lo cómoda que se encuentra en cualesquiera de las melodías que entone.
Ya con un cambio de atuendo hizo con sentimiento Tres tonadillas de Granados, enamoró con el personalísimo devenir de Lascia ch’io pianga, de Rinaldo, de Händel y en el momento de cantar arias antiguas dedicó Caro mio ben, de Giordani, a los estudiantes vocales del teatro, recordando su propia experiencia y la importancia del comienzo, parodiando el canto sin pasión. Fue otro momento cálido e inolvidable para quienes la toman como referencia ineludible en el inicio de la difícil carrera lírica.
Con Tanti affetti in tal momento -de La donna del lago, de Rossini- dio clase magistral, demostrando el absoluto dominio de coloratura, magnitud y expresión vocal. El público no aceptó el final escrito en el programa como tal y los aplausos se sucedieron apasionadamente exigiendo bises. En I love a piano, de Irving Berlin, dejó expresarse sobradamente al pianista Craig Terry, parte fundamental del recital, un profesional superlativo, musicalmente subyugante, con un toque preciso y de justo volumen, que denota una colosal experiencia en el acompañamiento. Joyce contó que lo descubrió una noche en Chicago, en el teatro, y le vino “una crazy idea… ¡era questo!”… Craig la admira, se entretiene, se maravilla, y transmite a la par de ella una alegría y una emoción inigualables ante cada aplauso, agradeciendo siempre con una mano en el corazón. Se hace querer, mucho.
Como yendo a un adagio, el segundo bis fue la delicada Morgen, de R. Strauss, deseando emocionadamente que el mundo tenga esperanza y amor. Después del insistente aplauso, a punto de comenzar el tercer bis, desde la sala se oyó “¡diva!”… miró con dulzura y dijo “I love you, guys” para cerrar con una versión imborrable de Somewhere over the rainbow, sin dejar su ramo de flores, relajada, como en la intimidad de una casa. Adorable. Martin Wullich
Fue el 18 de abril de 2016
Teatro Colón
Libertad 651 – Cap.
(011) 4378-7109
Mozarteum Argentino
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