Imprenteros – Actúan: Julieta Brito, Lucas Crespi, Juan Pablo Garaventa, Vanesa Maja, Mariano Sayavedra, Federico Vega, Lorena Vega, Sergio Vega – Vestuario: Julieta Harca – Iluminación: Ricardo Sica – Música y Sonido: Andrés Buchbinder – Dramaturgia y Dirección: Lorena Vega
Si el arte es una imitación de segundo grado, ya que es copia de una copia, como decía Platón, ¿será el biodrama un arte menos imperfecto, menos imitativo? El artista copia el mundo sensible, que es copia a su vez del mundo de las ideas. Aunque aquí seremos confundidos y pensaremos que no estamos ante un escenario donde se desarrolla un arte, sino ante fragmentos reales de vidas que se muestran ante nosotros, sin mediaciones.
En este caso, Imprenteros se cuela allí entre la realidad misma. No nos tendremos que olvidar que toda recreación es también ficción, pero ¿qué sucede cuando lo que nos están relatando tiene tantos elementos tomados de experiencias vividas? Será por ello que la obra de Lorena Vega llega a conmover profundamente, porque es una de esas historias que podríamos haber atravesado cualquiera de los espectadores.
El padre de Vega, Alfredo, fallecido hace cuatro años, ha sido el detonante de este relato. Con el impulso de Maruja Bustamante y la influencia de Vivi Tellas, Lorena decidió contar esta historia que algunos pueden imaginar tierna o kitsch pero que se aleja prontamente de cualquier concepto ideal de padre que podamos tener.
Lorena Vega es una actriz consolidada en el teatro independiente y que muchos habrán visto en La vida extraordinaria, Todo tendría sentido si no existiera la muerte y Yo, Encarnación Ezcurra. Presencia no le falta. Y más allá de su interpretación que nos regala la vida misma, su labor como dramaturga y artífice de esta cuidada joyita nos habla del compromiso que adopta con su arte. También de un inmenso talento cultivado tras años de estudio.
Pronto aparece en escena Sergio Vega, su hermano, quien fue el que más tiempo trabajó con su padre y continuó su trabajo en imprentas. Su conocimiento del oficio y sus vívidos recuerdos le dan un brillo singular al relato. Federico Vega, su otro hermano, con menor experiencia en el oficio, se negó a aparecer sobre el escenario pero permitió una entrevista filmada.
Otra filmación que aparece es la del cumpleaños de quince de Lorena donde veremos una escena muy graciosa en la cual la madre se inmiscuye para elegir quiénes bailarán el vals con su hija. El uso de una conversación de whatsapp con el tío aporta su grado de realismo.
Sería interesante, al analizar la obra, volver al concepto de copia y original. Según Walter Benjamin, el arte aurático, como el teatro, es aquel que se produce en un aquí y un ahora irrepetibles. Esto es lo que sucede con Imprenteros; si bien habla de impresiones que son copias, la pieza es en sí misma un original. Contrastando con las etiquetas de embutidos de circulación masiva que producía Alfredo Vega, Imprenteros nos ofrece otro tipo de impresión, aquella que se toma de cada instante, esa huella que dejan las personas de nuestro pasado que no podremos olvidar y que por ello es única.
El arte sirve como un espacio insoslayable, para recorrer la memoria y recrear situaciones que hemos transitado con una nueva mirada, porque ya no somos los mismos y porque es esa diferencia de perspectiva la que podrá conseguir que logremos un relato con la distancia necesaria que requiere toda narración. Al mismo tiempo, hay una proximidad inevitable, la que nos deja la tinta en las manos; casi podemos imaginar el olor de esas impresiones y las podremos tocar al final del espectáculo cuando seamos partícipes del juego.
Otros actores ayudan a Lorena a recrear su historia familiar: Julieta Brito, Juan Pablo Garaventa, Lucas Crespi, Vanesa Maja y Mariano Sayavedra. Ella los dirige y de ese modo puede sumergirnos en momentos muy puntuales, dándole vida a diálogos donde parece moldear los intercambios y las intervenciones de cada uno, como si su recuerdo estuviese creando las escenas en ese mismo instante.
El padre de Vega, luego de su primera familia, formó una segunda: tuvo tres hijos más con otra mujer. Y fueron estos últimos quienes no les permitieron a Lorena y a sus hermanos ingresar al taller de su padre: les vedaron el acceso. Probablemente, la realización de esta obra sea otra forma de revisitarlo, de recrear la imprenta con el cuerpo, de reconstruir su maquinaria con coreografías y de habitar el pasado por medio de estos cuadros.
Esas imágenes se imprimen en el espectador. dejando la marca ineludible de lo que alguna vez vivimos y que, por medio del arte, volverá a vivir en cada oído que escuche, en cada ojo que mire. Milly Vázquez
Viernes a las 20
Teatro Picadero
Pasaje E. S. Discépolo 1857 – Cap.
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