Volviendo a casa de la guerra de Troya, durante una tormenta, Idomeneo, Rey de Creta, promete a Neptuno (Poseidón ) sacrificar a la primera criatura que encuentre al llegar a la costa, a cambio de no perecer en alta mar. El problema es que el primero que encuentra es a Idamante, su propio hijo. Idomeneo intentará liberarse de su promesa. Idamante es amado por la prisionera huérfana Ilia y por la celosa Electra.
Pocas óperas funcionan mejor que Idomeneo de W. A. Mozart, escrita a sus 24 años de edad. Es una ópera trágica y seria, donde la clásica ambiguedad, una rúbrica del compositor, no aparece en ningún momento. En esta historia de griegos, troyanos y cretenses -que le fue encomendada y estrenada en Munich en 1781- no hay lugar para el humor.
El escenario luce abierto, impactante, monocromático, despojado y -en algunos momentos- desolado. En la concepción y dirección escénica de Jorge Lavelli predominan las líneas rectas de grandes paneles de tela color crudo en movimiento que interactúan con numerosas lámparas simples, como fabriles, que ingresan a escena iluminando todo de manera cenital y espectacular. En esta gran caja todo se potencia, vestuario, música, texto y artistas.
Es el coro quien más se perjudica dentro de este planteo tan sofisticado y expuesto, sus desplazamientos son toscos, se los vió incomodos y sin los recursos escénicos necesarios para manejar un complejo vestuario, que los agrupa, limitando sus movimientos. Lavelli ubica a sus artistas en situaciones, a veces, un poco extremas para el lucimiento adecuado de la voz, cantando de espaldas al público o demasiado atrás.
Richard Croft, quien conoce bien esta ópera e incluso la ha grabado (Harmonia Mundi-2009 – dirigido por René Jacobs), no tuvo un buen estreno. Se lo percibió con poca voz, quizás resfriado, y hasta tosió en escena cubriendo la boca con su mano. La poderosa Emma Bell brilló durante toda la obra; su gran energía inundó la sala con un cierre excelente en su última aria (marcha hacia el exilio ) que despertó un gran aplauso de parte del público.
Verónica Cangemi, la mas mozartiana del elenco, fue la estrella de la noche. Su musicalidad, dominio de matices, precisión y presencia escénica la ubican en el lugar más alto de esta puesta. En tanto, Jurgita Adamonyté adoleció de falta de potencia. Fueron dignos en sus papeles y correctos en la emisión Santiago Ballerini, Mario De Salvo e Ivan Maier.
El excelente director Ira Levin no consiguió gran lucimiento de la orquesta, faltaron matices, muchas imprecisiones en la afinación y con sonoridad algo exagerada. El aplauso final fué correcto, aunque sin demasiada emoción, contrastando con lo conforme que se mostró el público en los entreactos, hablando loas de la puesta, escenografía y vestuario. Martín Roig
Fue el 8 de julio de 2014
Teatro Colón
Libertad 651 – Cap.
(011) 4378-7109
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