El ocaso de un estafador – Actúan: Edgardo Moreira, Silvia Pérez, Mónica Salvador, Denise Gómez Rivero, Alejo De Santis – Escenografía: Ariel Vaccaro – Diseño audiovisual: Sebastián Pascual, Alejandra D’Agostino – Vestuario: Paula Molina – Iluminación: Alejandro Le Roux – Dramaturgia: Henrik Ibsen (versión libre de la obra “Juan Gabriel Borkman”: Marcelo Velázquez y Edgardo Moreira) – Dirección: Marcelo Velázquez
Acaso a alguien pueda llamarle la atención que un gran mentiroso como Juan Gabriel Borkman, responsable de haber estafado a una enorme cantidad de gente, haciéndola perder todos sus ahorros, así como de haber destruido la reputación y la estabilidad de su propia familia, se declare indignado por haber sido víctima de aquello que considera el crimen más infame que puede cometer un hombre, peor que el homicidio, el robo o el juramento en falso: Borkman ha sido defraudado en su buena fe por alguien en quien depositó su confianza. Y sin embargo, esto no debería extrañarnos: sucede que el mejor mentiroso es aquel que logra creer como ciertas sus propias mentiras. Es así como este gran simulador consigue convencerse a sí mismo de su inocencia y supuesta grandeza.
Pero cuidado, que Borkman no es tan diferente de cualquiera de nosotros. Todos somos, en cierto modo, estafadores. Todos hemos abusado alguna vez de la confianza de alguien, del mismo modo que también todos hemos cometido alguna vez un crimen. Porque como bien sugiere Ema Reintheim, no hace falta matar a una persona para convertirnos en criminales. Si hay un crimen que no tiene perdón es haber matado en alguien la esperanza de amar, señala por caso el personaje. Aunque Borkman tampoco se hará cargo de tal culpa.
La acción planteada por Henrik Ibsen se desarrolla en Noruega, durante la Segunda Guerra Mundial, justo antes de que las tropas nazis invadan el país para apoderarse del hierro que abunda en el país escandinavo, que hasta ese momento había pretendido permanecer neutral en el conflicto bélico. En ese contexto Borkman vuelve a soñar con la posibilidad de dar rienda suelta a su codicia, sin medir ningún costo: lo único que importa son los objetivos. Pero he aquí un aspecto fundamental del asunto, y es que como bien señala el dicho popular la culpa no es solamente del chancho: para que haya estafadores deben existir también quienes estén dispuestos a dejarse estafar.
En un punto unos y otros coinciden: de un modo u otro, en diferentes momentos o a la vez, tanto Borkman como sus víctimas se niegan a ver la realidad. Incluso cuando el director de la obra –Marcelo Álvarez– sostenga que los protagonistas de esta historia saben muy bien lo que hacen, nosotros preferimos creer que no es así. El hecho mismo de que el estafador encuentre su ocaso sin haber alcanzado el triunfo demuestra que sus objetivos no eran tan claros. Y no dejamos de ver en ello un triste reflejo de la sociedad.
Edgardo Moreira, Mónica Salvador, Denise Gómez Rivero y Alejo De Santis llevan adelante la obra con profesionalismo. Mención aparte merece Silvia Pérez, una actriz más identificada con otra clase de labores, más cercanas a la televisión o al entretenimiento pasatista. Nuestros pruritos parecieron verse respaldados por algún error a la hora de decir el texto y por alguna limitación en la proyección de su voz, pero a decir verdad su actuación superó las expectativas que teníamos puestas en ella.
Es notable el atractivo y eficaz dispositivo escénico y audiovisual. No obstante, no alcanzó a ocultar la precariedad de la Sala B del Cultural San Martín que -entre otros defectos- tiene un pésimo aislamiento acústico, al punto de verse invadida por el ruido de los ascensores del edificio cada vez que suben o bajan. Detalle menor, de todos modos, que podrá ser pasado por alto por quien desee acercarse a este texto de Ibsen, el cual más allá de haber sido trabajado como una versión libre, respeta a nuestro entender el espíritu y el estilo de la obra original. Germán A. Serain
Se dio hasta 31 de julio 2018
El Cultural San Martín
Sarmiento 1551 – Cap.
(11) 4374-1251 al 59 int. 2269
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