EL CASCANUECES, pocas nueces

El Ballet de Moscú sobre hielo intenta trasladarnos a un mundo fantástico

La clásica obra de Ernst Theodor Amadeus Hoffmann cuenta la historia de Clara, la niña que recibe un regalo de navidad de manos de su tío Drosselmeyer, un curioso muñeco de madera, de aquellos que usaban en Alemania para romper las nueces grandes. Al irse los invitados, la niña se duerme. El muñeco cobra vida y la lleva a lugares de fantasía. Tras librar una batalla entre ratones y soldados, el cascanueces cae y resulta ser un joven príncipe. Juntos inician un viaje hacia la cima del gran árbol que había crecido en la habitación. Pasan por el Reino de los Muñecos, el de las Nieves y el Río de la Limonada hasta llegar al Reino de las Golosinas. Allí, donde la Reina espera para agasajarlos junto a bailarines de distintas partes del mundo. Al despertar, Clara se da cuenta de que ha sido un sueño.

La versión, a cargo de 18 patinadores, dirigida por Yulia Plachinskaia, presenta un desarrollo más efectista que virtuoso. El patinaje implica siempre movimiento, apreciar la magia que provoca el deslizamiento sobre una superficie helada. El Ballet de Moscú es la cuna de eximios bailarines y patinadores de renombre mundial. Por eso se esperaba un espectáculo de calidad, a la altura de lo que ese combo proponía en su visita a esta ciudad.

Enmarcado en las vacaciones invernales para niños, el espectáculo careció de habilidades en el patinaje, y los intérpretes parecian disimular con excesivos movimientos de brazos y manos lo que no hacían con sus piernas, bastante alejado de la coreografía marcada por Marius Petipa. Tampoco se apreció destreza de bailarines sobre las llamativas cuchillas afiladas. Fueron más aplaudidas las escenas circenses como el excelente trabajo de malabarismo con un cubo gigante, los repetidos cuadros de vuelo, o la curiosa sucesión de cambios de vestuario provocados como por arte de magia a través de un tubo.

El muy reducido espacio de hielo dificultó los movimientos. A los bailarines se los vió incómodos y apretados, controlando sus piruetas. Si bien no esperaba un despliegue olímpico, era claro que la adaptación al congelado escenario generó entradas y salidas de los artistas comprometidas con los decorados. Asimismo la banda musical presentó fallas inadmisibles en una pieza probada por décadas.

Seguramente ni su autor, ni el maestro Tchaikovsky, deben haber pensado que esta creación se realizara sobre hielo. Sin embargo, toda adaptación es bienvenida si respeta la esencia. No fue el caso. Sergio Boaglio

Fue el 31 de julio de 2015
Teatro Coliseo
M. T. de Alvear 1125 – Cap.
(011) 5237-7200

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