Actúan: Klau Anghilante, Roberto Carnaghi, Gabo Correa, Luis De Almeida, Teresa Floriach, Nacho Gadano, Marco Gianoli, Federico Liss, Juan Cruz Marquez De La Serna, Laura Novoa, Emma Rivera, Tomás Rivera Villate, Cristian Vega, Luis Ziembrowski – Músicos: Pablo Mainetti, Nahuel Aschei – Vestuario: Luciana Gutman – Escenografía: Luigi Scoglio – Iluminación: Bogumil Palewicz – Sonido: Javier López Del Carril – Música: Hadrian Tabęcki – Coreografía: Damián Malvacio – Autor: Witold Gombrowicz – Adaptación y Dirección: Michal Znaniecki
Una persona hablando sola, tejiendo un soliloquio por momentos incoherente y de a ratos sospechosamente lúcido, a medio camino entre lo natural y lo artificial. Esta escena bien puede constituir el reflejo de distintas cosas. Puede ser un síntoma de insanía, por ejemplo. O tal vez un gesto revelador de una legítima búsqueda. O bien podría tratarse de un sueño, y esta es la opción más verosímil en el caso que nos ocupa. Un sueño pasible de ser abordado más tarde desde un enfoque psicoanalítico, no exento sin embargo de matices políticos. Porque el edípico enfrentamiento simbólico entre cada padre y cada hijo no es, finalmente, más que una lucha desatada por el poder. Lo mismo que el juego político.
Por otra parte resulta destacable la presencia y el peso de la palabra. Del texto, constituido aquí literalmente como un tótem monolítico, corporizado en columnas que vienen a sostener no se sabe muy bien qué cosas, aunque se vacían paradójicamente de sentido en el mismo acto de hacerse presentes. Porque la palabra sirve para constituir realidades. Pero enarbolada como puro signo también puede desarticular su propio sentido y producir otro, eventualmente abierto a las resignificaciones que el propio público pueda asignarle con relativa arbitrariedad.
Enmarcado en la lógica fragmentaria del sueño, donde las cosas no tienen una identidad estable ni un sentido unívoco y claro, el texto de El Casamiento escrito por el dramaturgo polaco Witold Gombrowicz en 1944 hace referencia a ciertos rituales a través de los cuales se relacionan los seres humanos. Con claras resonancias shakespeareanas -los ecos de Macbeth son evidentes- aquí los personajes se preocupan expresamente por sus formas de ser, de hablar, de comportarse y de vincularse con los demás. Sin embargo, el verdadero drama se desarrolla en la intimidad de Enrique, el personaje central, quien acaso sueñe a todos los demás personajes, o tal vez confunda los límites que separan sus íntimas ensoñaciones de la realidad. También aquí el espectador tendrá la posibilidad de plantear sus propias interpretaciones.
La versión de la obra planteada por Michal Znaniecki tiene varios puntos notables, comenzando por el excelente grupo de actores, encabezado por Luis Ziembrowski, Roberto Carnaghi, Laura Novoa y Nacho Gadano. También resulta magnífica la puesta escénica, tanto como los vestuarios, la iluminación y el despliegue de elementos audiovisuales y musicales, que incluyen la participación en escena del bandoneonista Pablo Mainetti y Nahuel Aschei en trompeta. En este punto estaríamos tentados de escribir que nada de esto alcanza, no obstante, a la hora de salvar la obra de caer en el absurdo. Pero el propio director nos recuerda que Gombrowicz consideraba este texto prácticamente imposible de ser representado. Y por otra parte comprendemos que ningún sueño puede ser medido con la vara de la coherencia.
Entonces de nuevo surge la pregunta acerca del límite, de la frontera que distingue el sueño de la realidad. ¿Sabe acaso el soñante que está soñando? ¿Y quién garantiza que cuando algo nos parece real no sea en verdad más que un sueño? Resulta útil tener en cuenta una consideración: por más que el sueño sea pura fantasía onírica, en el caso de una pesadilla el miedo que siente la persona que sueña es definitivamente real. Entonces, más allá de su aparente absurdo, la obra tiene una bajada a tierra que es posible buscar.
No es casual por ejemplo que, en una entrevista, Luis Ziembrowski vinculara el ansia de poder y la ambición de superar al padre que siente su personaje en la obra con la figura del actual presidente de la república intentando tomar venganza ante la opinión negativa de su padre respecto de él. “Me gusta que la obra, de algún modo, hable del poder coyuntural que está viviendo el país”, señaló en aquella ocasión Ziembrowski. Es posible que allí se encuentre una buena clave para descifrar el aparente absurdo de esta puesta. Germán A. Serain
Miércoles a sábados a las 20
Teatro San Martín (Sala Martín Coronado)
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