EL BRAMIDO DE DÜSSELDORF, ambigüedad y muerte

Dramaturgia uruguaya autorreferencial

Actúan: Soledad Frugone, Walter Rey, Gustavo Saffores – Vestuario, Escenografía e Iluminación: Laura Leifert, Sebastián Merrero – Sonido: Fernando Castro – Video: Miguel Grompone – Dramaturgia y Dirección: Sergio Blanco

Autoficción. Este concepto es central en esta obra de Sergio Blanco, que el Complejo Teatral Buenos Aires presentó en colaboración con el Instituto Nacional de Artes Escénicas de Uruguay. Esta autoficción, según los propios personajes lo explican en escena, debe ser comprendida como un cruce explícito entre la realidad y la fantasía. Hablamos de la realidad del autor, por supuesto; pero también de la del actor puesto en situación, como si fuese un marionetista que permite que se vean los hilos que maneja y además comenta la responsabilidad que tiene respecto de su muñeco. De esta manera, tanto el autor como los actores -y quizá hasta el propio público- se convierten en alguna medida en personajes. En qué medida es algo que no queda del todo claro, porque en definitiva no importa tanto qué sea verdad y qué fantasía. Esta ambigüedad es uno de los ejes de esta obra.

El otro gran eje es la muerte. La muerte del padre del autor, en una clínica de Düsseldorf. O la de un joven chileno que se suicidó colgándose de un árbol en el parque Uruguay de Santiago tras haber visto La ira de Narciso, obra del mismo autor. O las muertes de las víctimas del asesino serial Peter Kürten, al que también hace referencia la obra. O la de aquellos ciervos que huyen a un rincón apartado del bosque, para morir solos. O nuestra propia futura muerte, que es en definitiva la que se ve espejada en todas las demás. Finalmente hay otros tres asuntos, también íntimamente relacionados con la muerte: la identidad, el sexo y la religión.

“La vida es más grande que vos/ y vos no sos yo./ Las distancias a las que iré,/ la distancia en tus ojos…/ Oh no, he dicho demasiado,/ preparé el terreno./ Ese soy yo en el rincón,/ ese soy yo bajo las luces,/ perdiendo mi religión,/ tratando de estar a tu lado/ y no sé si puedo hacerlo./ Oh no, he dicho demasiado/ o no dije lo suficiente”. La obra comienza así, con estas palabras, tomadas de una canción del grupo REM. Los actores se presentan -o se representan- y el autor se confiesa: “Yo no escribo sobre mí porque me quiera, sino porque quiero que me quieran los demás”. Toda una captatio benevolentiae. Los hilos están a la vista, por más que no sepamos cuáles son reales y cuáles de mentira. De todos modos, hay una frase puntual que resuena como cierta: “El arte no puede cambiar el mundo, pero sí la vida de una persona”.

Así, el trabajo también aborda la cuestión de los límites del arte, la distancia que separa la realidad de la ilusión. Que el espectador se quede sin saber dónde se ubican realmente estos límites es parte del acto de magia. De hecho, algo que personalmente lamentamos fue saber que la antes referida La ira de Narciso no es una obra apócrifa, ni imaginario el caso del joven suicida. Desconocemos si realmente la madre del difunto le pidió a Sergio Blanco que no trajese a colación el tema en la presente obra, tal como la obra misma cuenta. Tampoco queremos saberlo. Después de todo, la diferencia entre la verdad y la mentira no importa tanto.  Germán A. Serain

Se dio hasta el 19 de agosto 2018
Teatro San Martín

Av. Corrientes 1530 – Cap.
0800-333-5254

complejoteatral.gob.ar

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