A veces es difícil hablar de arte sin hacer referencia a la política. O mejor dicho: reseñar un espectáculo que depende de una iniciativa del Estado sin hacer referencia a la gestión cultural pública. Dentro de este contexto, uno de los emblemas del anterior gobierno nacional fue la inauguración, en el viejo edificio del Correo Central, del Centro Cultural Néstor Kirchner, con varias modernas salas de conciertos, incluida la notable Ballena Azul, como se conoció popularmente el auditorio en el cual la Orquesta Sinfónica Nacional encontró finalmente una sede propia.
El proyecto fue controversial en más de un aspecto, el más notorio de los cuales fue su propio nombre y una tendencia más que evidente a generar un posicionamiento partidista a través del ensalzamiento del fallecido presidente. Quien escribe estas líneas hubiese preferido que se mantuviese la designación original, políticamente más adecuada, de Centro Cultural del Bicentenario. El nuevo gobierno mantuvo el controvertido nombre, pero despidió a prácticamente la totalidad de los empleados y cerró las puertas del edificio, al punto de crear incertidumbre en cuanto a la continuidad del proyecto. Si de antecedentes se trata, los funcionarios en ejercicio han sido asociados a la desarticulación de proyectos culturales más que su creación, con la dignísima excepción de La Usina del Arte, que parece insertarse en un plan más amplio de desarrollo urbano de la zona sur de Buenos Aires.
Lo concreto es que finalmente reabrió de manera parcial sus puertas, con varias propuestas orquestales y camarísticas. La Sinfónica Nacional retomó su actividad y se establecieron varios ciclos de música de cámara, recitales líricos, música popular articulada con formaciones de gran envergadura y también jazz. En este último rubro, los sábados a las 18, en la Sala Argentina, el ciclo A Dos Pianos propuso tres fechas con diferentes dúos de notables pianistas. La apertura estuvo a cargo de los históricos Jorge Navarro y Manuel Fraga, quienes hicieron gala de un swing incomparable, un enorme sentido del humor y un conocimiento de extensa data respecto de ese noble instrumento que es el piano. Y estos instrumentos en particular, dos de los cinco flamantes pianos que se adquirieron para ser estrenados en este Centro Cultural (tres Steinway & Sons y dos Yamaha), realmente permitieron que los intérpretes se lucieran en toda su expresividad y virtuosismo.
Durante una hora, clásicos como Body and Soul, Misty, canciones de George Gershwin y hasta una pieza de ese argentino tan talentoso como injustamente relegado que fue Sergio Mihanovich, fueron celebrados por un auditorio que seguramente será cada vez más nutrido, dado que la propuesta es realmente atractiva. Habrá que revisar la metodología de la asignación de entradas, que acaso fue uno de los puntos flojos de la gestión anterior, dado que muchas veces las reservas a distancia determinaban que las localidades –gratuitas- aparecieran como agotadas muy rápidamente, para luego quedar más butacas vacías de lo aconsejable. La programación de este ciclo, por cierto muy atractiva, incluyó también a Paula Shocron y Lilian Saba en la segunda fecha, y Hugo Fattoruso junto al talentoso Hernán Jacinto para el cierre. Germán A. Serain
Fue el 14 de mayo de 2016
Centro Cultural Kirchner
Sarmiento 151 – Cap.
CCK
Pingback: SAÚL COSENTINO, 88 años de música - Martin Wullich