Doña Rosita o el lenguaje de las flores – Actúan: Silvia Baylé, Flor Benítez, Arturo Bonín, Rita Cortese, Graciela Dufau, Elis García, Carolina Gómez, Virginia Innocenti, Andrea Lovera, Emilia Piano, Juan Andrés Romanazzi y Sebastián Vitale – Música y Dirección Musical: Alberto Favero – Músicos: Yamila Bavio, Maria Eugenia Castro Tarchini y Nélida Favero – Vestuario y Escenografía: Eugenio Zanetti – Iluminación: Eli Sirlin – Sonido: Leo Leverone – Asesoramiento coreográfico: Cecilia Elías – Dirección vocal: Marcelo Macri – Autor: Federico García Lorca – Versión: Graciela Dufau y Hugo Urquijo – Dirección: Hugo Urquijo
El drama de la soledad, la mentira, la negación y la decadencia. Todo eso está presente en Doña Rosita la soltera, la clásica obra de Federico García Lorca, pletórica de una poética deslumbrante. Pero en esta versión realizada por Hugo Urquijo se apuesta por un desplazamiento inquietante, que por momentos desvirtúa el eje de la pieza. Escrita y estrenada en 1935, la acción se sitúa en la ciudad de Granada, durante cuatro etapas temporales distintas, a través de las cuales se vislumbra la evolución social, tanto como el envejecimiento de los personajes.
Cuando se abre en la mañana
roja como sangre está.
La tarde la pone blanca
con blanco de espuma y sal.
Y cuando llega la noche
se comienza a deshojar.
Se lo mire por donde se lo mire, Doña Rosita la soltera o El lenguaje de las flores es un drama; por lo demás, característicamente español. El propio García Lorca describió así su obra: “Es la vida mansa por fuera y requemada por dentro de una doncella granadina que, poco a poco, va convirtiéndose en esa cosa grotesca y conmovedora que es una solterona en España”.
Entonces, ¿a cuento de qué viene intervenir la obra con un concepto que nos desconecta respecto de esa naturaleza para acercarnos por momentos a un musical ligero? Sin juzgar la capacidad compositiva de Alberto Favero, a quien en otras ocasiones nos hemos referido de manera elogiosa, las canciones que acompañan esta propuesta teatral, o por lo menos el modo en que suenan puestas en medio de la acción, rompen el desarrollo del drama y también el color que uno estima natural y necesario en la pieza.
Y es una pena, porque la escenografía de Eugenio Zanetti es magnífica, al igual que las labores actorales protagónicas, destacándose Rita Cortese como el Ama, Arturo Bonín y Graciela Dufau como los tíos y Virginia Innocenti como Rosita. Incluso es notable la idea de disponer un ensamble de músicos en vivo sobre el escenario, aunque en este punto ya se nota un error: incluir un teclado eléctrico aleja la sonoridad del conjunto de lo que hubiese sido ideal. Tal vez tampoco se trabajó lo suficiente en la preparación vocal de los actores y -por añadidura- el sonido amplificado pareció muy artificial, quizá por la disposición de los equipos. Ya sobre el final de la obra, un aria cantada a capella por Innocenti revela lo que podría y debería haber sido: es la única escena musical en la cual lo dramático está presente al mismo tiempo que la voz cantada.
El problema, en definitiva, es que la enorme belleza poética de la obra contrasta de un modo poco feliz con una música que resulta inadecuada, como si se tratase de dos versiones diferentes de un mismo título, todo en uno. Así resulta un clásico español profundo, hibridado con un musical de corte superficial. Si el espectador posee un poder de abstracción suficiente como para obviar estas desavenencias, la obra es más que recomendable. Germán Serain
Se dio hasta fin de 2016
Teatro Regio
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