ARGENTUM, cambalache G20

El espectáculo ofrecido en el Teatro Colón pudo verse por televisión

Como si fuese una metáfora -no por razonable menos significativa- ninguno de nosotros tuvo la posibilidad de asistir al espectáculo que se ofreció, en el Teatro Colón de Buenos Aires, para el selecto grupo de líderes en cuyas manos descansa el poder de determinar nuestro presente y nuestro futuro. Allí estuvieron Donald Trump, Vladimir Putin, Theresa May, Xi Jinping, Emmanuel Macron y nuestro propio presidente, entre otras personalidades del poder político y económico. Para la gente común, en cambio, quedó reservada la posibilidad de verlo a través de la televisión.

El espectáculo se denominó Argentum. Fue preparado por el gobierno argentino para agasajar a los líderes mundiales en lo que fue la primera cumbre del G20 realizada en Sudamérica. Descripto como un espectáculo de danza, música, mapping y proyecciones de video, Argentum se divide en cinco actos, cada uno de ellos dedicado a una región argentina (Patagonia, Cuyo, Centro, Litoral y Norte).

El show, de unos cuarenta minutos de duración, fue coreografiado por Ricky Pashkus y contó con músicas originales compuestas por Gustavo Mozzi, Nicolás Sorín y Nicolás Guerschberg, además de citas de obras ya existentes, como el popular Malambo de la Suite Estancia de Alberto Ginastera. A través de la música, la danza y las proyecciones, la intención fue sintetizar la identidad cultural y artística de nuestro país y sus tradiciones.

De más está decir que el significado político del G20 dificulta cualquier apreciación con pretensiones de objetividad. Más allá de esto, queremos señalar que nos parece un despropósito que algunas voces se hayan alzado para cuestionar la decisión de los artistas que participaron. No hay duda de que, más allá del trabajo en sí mismo, poder ser parte de un espectáculo con el grado de exposición que tuvo Argentum fue una ocasión única para quienes trabajaron en él.

Aparte queda la cuestión de por qué motivo no se recurrió a los organismos estables de los cuales dispone ya no solamente el Teatro Colón, sino también la Nación, como ser el Ballet Folclórico Nacional. Así como también las irregularidades que hubo en lo relativo a las condiciones laborales y contractuales que debieron padecer los bailarines en la preparación del espectáculo, según las denuncias que circularon en redes sociales.

En cuanto al espectáculo en sí mismo, es razonable que se haya preparado un programa ad-hoc, breve y sin demasiada exigencia. Después de todo el objetivo del G20 es político, y más allá de la gentileza del convite protocolar, no se puede pretender que los ilustres visitantes deban interesarse necesariamente por cuestiones artísticas o culturales.

Pero tampoco era necesario hacer lo que se hizo: un show concebido para turistas, innecesariamente espectacular y repleto de clichés, mezclado con un extenso spot publicitario nacionalista, rematado para colmo con los gritos de “Argentina, Argentina…” a cargo de un enfebrecido coro popular, como si la locación hubiese sido una cancha de fútbol en vez de un teatro lírico.

Si la intención era mostrar, con un espíritu federalista, la esencia amplia y diversa de nuestra cultura nacional, ninguna de las estilizaciones que se hicieron de nuestras danzas nacionales fue particularmente representativa, precisamente por su escasa autenticidad. En tanto la inclusión de músicas foráneas como el rap o el hip-hop en desmedro de -por ejemplo- una zamba que brilló por su ausencia, definitivamente no puede comprenderse más que como un total sinsentido. O como bien podría haber dicho Enrique Santos Discépolo: como una vidriera irrespetuosa, en la cual se mezclan Stavisky con Don Bosco y la Mignon, con Carnera y San Martín.

Fue por cierto encantadora la presencia de Julio Bocca y de Mora Godoy, excelente la interpretación musical de la orquesta y los solistas invitados, e irreprochable la labor de los bailarines. Pero en su conjunto, desde la concepción misma del espectáculo, Argentum estuvo más cerca de la estética de un show televisivo (las comparaciones con el show de Marcelo Tinelli fueron inevitables) que de un espectáculo apropiado para ser ofrecido en una reunión de protocolo en uno de los teatros líricos más importantes del mundo.

Fue también, sin embargo, el fiel reflejo de un concepto errado de cultura, rebosante de cosmética y superficialidad, promovido lamentablemente desde el propio Estado nacional.  Germán A. Serain

Fue el 2 de diciembre de 2018
Teatro Colón
Libertad 621 – Cap.
(011) 4378-7100

FE DE ERRATAS: Más allá de haber corregido el error en el texto, nos parece interesante dejar consignada una equivocación que gentilmente nos señaló Martín Parodi en relación a la cita del tango Cambalache. Discépolo no hace alusión allí al compositor Igor Stravinsky, sino a Alexandre Stavisky, un afamado estafador ruso que en la década de 1930 hizo mucho dinero sobornando a políticos, policías y otros funcionarios franceses. Luego de ser descubierto y arrestado, Stavisky se suicida en circunstancias nunca del todo esclarecidas en 1934, en la cárcel de Bayona.

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