Weapons (2025, Estados Unidos) – Género: Terror, suspenso, drama – Elenco: Josh Brolin, Julia Garner, Amy Madigan, Alden Ehrenreich – Música: Ryan Holladay, Hays Holladay, Zach Cregger – Fotografía: Larkin Seiple – Guion y Dirección: Zach Cregger – Distribución: Warner Bros Pictures
Zach Cregger regresa al terror después del exitoso Barbarian (2022) con una propuesta que divide aguas: Weapons (La hora de la desaparición), un thriller sobrenatural que mezcla elementos de folk horror con momentos de comedia negra involuntaria. La premisa es tan perturbadora como fascinante: diecisiete niños de una misma clase desaparecen simultáneamente a las 2:17 de la madrugada, dejando solo a uno de vuelta, confundido y sin respuestas.
Cregger estructura su película en capítulos para explorar la perspectiva de cada personaje conectado con la misteriosa desaparición. Esta decisión narrativa, aunque arriesgada, permite al director mostrar cómo un evento traumático se expande como un virus por una pequeña comunidad, y afecta a cada habitante de manera diferente. La atmósfera que logra construir es verdaderamente cautivante. Desde el primer momento, el realizador estadounidense demuestra su habilidad para equilibrar lo mundano con lo sobrenatural, una característica que ya había mostrado en su debut. La cotidianidad se desmorona gradualmente cuando lo inexplicable irrumpe, creando una tensión palpable que mantiene la atención del espectador.
El corazón oscuro de Weapons es Gladys, interpretada magistralmente por Amy Madigan como una figura que oscila entre lo maternal y lo siniestro. Esta presunta tía abuela de Alex llega enferma y sin pelo, despertando sospechas inmediatas. Su anacronismo -desde su vocabulario decimonónico hasta su estética de los años veinte- revela su verdadera naturaleza: una entidad ancestral que se alimenta de la energía vital de otros como un parásito.
El simbolismo del parásito no es sutil en la película, y Cregger no pretende que lo sea. Referencias explícitas al cordyceps -el hongo que controla a sus huéspedes, popularizado por The Last of Us– aparecen estratégicamente colocadas para guiar al espectador hacia la comprensión del horror que se desarrolla. Más allá del terror sobrenatural, este film funciona como una crítica social mordaz. La comunidad busca desesperadamente un chivo expiatorio en Justine (interpretada por una convincente Julia Garner), la maestra que genuinamente se preocupaba por sus alumnos. Esta dinámica refleja nuestra tendencia humana a atacar lo que no comprendemos y culpar a los más vulnerables cuando la tragedia golpea.
La película examina cómo diferentes personajes se convierten en «armas» unos contra otros: Archer utiliza su dolor para atacar a Justine, ella manipula a Paul para consolarse, él abusa de su autoridad policial contra James, y así sucesivamente. Esta cadena de manipulación y dolor culmina en una reflexión profunda sobre cómo los traumas infantiles no resueltos pueden convertirse en herramientas destructivas en la edad adulta.
El clímax del film es algo de seguro que divide a los espectadores. La resolución combina horror visceral con momentos de comedia involuntaria que pueden sacarte de la experiencia. Los niños controlados corriendo con los brazos extendidos como aviones -símbolo de una libertad falsa- crean una imagen tan inquietante como absurda.
El elenco, encabezado por Josh Brolin como Archer, entrega interpretaciones sólidas que anclan la historia en lo emocional. Cregger demuestra madurez como realizador, utilizando efectivamente la cámara que sigue a los personajes desde atrás -una técnica que deshumaniza y nos convierte en observadores impotentes del destino que se desarrolla.
Weapons no aspira a ser la película de terror definitiva de la década, pero sí logra ser una propuesta original que bebe de múltiples influencias -desde The Witch de Robert Eggers hasta el cine de Tarantino- para crear algo distintivo. Su exploración de temas como la manipulación, el trauma infantil y la búsqueda de chivos expiatorios resuena con fuerza en nuestros tiempos.
La película funciona mejor como parábola social que como ejercicio de terror puro, y aquellos que busquen sustos convencionales pueden quedar decepcionados. Sin embargo, quienes estén dispuestos a adentrarse en su propuesta híbrida encontrarán una experiencia cinematográfica que, pese a sus imperfecciones, permanece en la memoria mucho después de los créditos finales. Cristian A. Domínguez
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