A sus 24 años, Vladimir Petrov sabe perfectamente qué es el desarraigo. Sin embargo, Rusia y México le dieron las herramientas para que hoy se perfile como uno de los mejores pianistas de su generación, honor avalado por el título de grado que obtuvo del prestigioso Conservatorio Estatal Tchaikovsky (Moscú), con honores. Después de una intensa gira que incluyó conciertos y concursos, entrevistamos a este joven músico que tiene el raro privilegio de unir dos mundos diametralmente opuestos, no solo en lo geográfico.
Naciste en Rusia, creciste en México y ahora de vuelta a Rusia. ¿Cómo te adaptaste en en cada caso?
Los dos países me recibieron como a un extranjero. Cuando niño en México, no fue fácil el choque cultural. A los 13 años seguí mis estudios profesionales en Rusia y pese a regresar a Rusia, era un extranjero para mis compañeros; solo hablaba el ruso que aprendí de manera oral. Esa adaptación me costó mucho sacrificio emocional. Empecé a vivir lejos de mi familia: pasé los dos primeros meses con mis abuelos, a los que apenas conocía. Sin embargo, todo transcurrió del mejor modo para llegar hasta donde estoy ahora.
Vladimir Petrov ¿cuál es tu balance sobre el estado de la música clásica después de más de un año de pandemia?
Las consecuencias para una comunidad sin cultura y sin música no se notan a primera vista. Por eso, en una crisis, estas dos cuestiones son las primeras que sufren. Lo que sucede desde hace más de un año es catastrófico y afecta la supervivencia de los artistas. Muchos músicos solistas clásicos se quedaron sin sustento por la cancelación de conciertos durante la pandemia. En Estados Unidos se dice que el regreso a los conciertos será a partir de la primavera del 2022, y eso es inquietante. Si un músico no puede subir al escenario, morirá literal y figurativamente, especialmente los músicos independientes como yo que vivimos de los conciertos y sin ayuda de agencias. Más de un año después, no se halló la solución para reanudar la actividad cultural. Pero algunos partidos de fútbol tienen hasta 2 mil espectadores.
En Rusia existe la tradición de que todos deben recibir formación musical. ¿Pensás que esto debería ser igual en los demás países?
Por supuesto. Lo que se hace en Rusia es único, aunque es a la vez una desventaja por la falta de empleo; sin embargo, el resultado es precioso. La música y el arte en general influyen en nuestra personalidad. Nos hablan del bien, nos revelan profundos conocimientos filosóficos, nos muestran los sacramentos del universo. Es difícil describir lo que pudieron plasmar Bach, Mozart y Beethoven en sonidos, pero tiene una fuerza descomunal, y un niño que crece cantando en un coro, tocando un instrumento o escuchando música de calidad crece en sabiduría y bondad.
El Concurso Internacional Tchaikovsky ha premiado muchos pianistas soviéticos y/o rusos, pero pocos pianistas latinoamericanos. ¿Creés que América Latina podría tener más presencia?
No creo que tenga que ver con la nacionalidad, aunque sigue ese favoritismo, sino más bien con lo geográfico. Hay además otros factores: durante la Unión Soviética era muy difícil participar en concursos fuera del país, y todo el nivel pianístico ruso se concentraba en el concurso Tchaikovsky. Entonces, para los pianistas, prepararse para ese concurso iba más allá de competir: se convirtió en un deber profesional. Esa es la razón de la cantidad de premiados soviéticos y/o rusos. En otros concursos del mismo nivel los números son distintos, pero volviendo a la pregunta anterior, nunca está de más subir la educación y el gusto cultural general y profesional invitando a músicos de renombre mundial.
¿En qué medida les interesa la música clásica a los jóvenes de tu generación?
Se dice que a los jóvenes no les interesa pero, de hecho, los jóvenes siguen llenando salas, y sus reseñas son sinceras. Hace poco toqué para alumnos de una escuela secundaria y logré ver la vida en sus ojos. Noté que ellos se identificaron con la música que interpreté. Creo que es muy importante la primera impresión de la persona al escuchar música clásica, y a menudo sucede que si no tuvo la suerte de escuchar a artistas de gran calidad, nunca más volverá a escucharla.
¿Con qué director de orquesta te sentiste más a gusto, y con quién te gustaría participar?
Me encantó hacer música con Valery Gergiev; no lo disfruté tanto como quisiera, pero es por el gran respeto que le tengo. Me encantaría tocar con Zubin Mehta el tercer concierto de Rachmaninov; el concierto No. 20 de Mozart con Vladimir Spivakov, y cualquier obra con Mikhail Pletnev.
¿Cuáles son tus compositores y tu repertorio favoritos?
Me identifico mucho con el romanticismo, sobre todo el ruso —Rachmaninov, Scriabin hasta el opus 43— y entiendo bien a Chopin; también Scarlatti. En esta música siento que conozco a los compositores. Para mí, esta relación con la música es importante. Creo que es la única forma de creer en lo que interpretas y que así lo crea también el espectador. No hay una forma correcta de interpretar música: el intérprete debe sentir que esa es la manera en que el compositor quería que le dieran vida a su música.
¿Cómo sigue para Vladimir Petrov el 2021 en lo profesional?
Tengo muchas obras que descubrir e interpretar este año, y dos concursos bastante importantes en otoño. Espero que todo siga bien y no haya postergaciones. Es casi seguro que en 2021 saldrán dos discos míos grabados en México y España, y posiblemente un tercero grabado en Rusia y distribuido por la discográfica española KNS Classical.
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