Esta gran confluencia musical -el VIII encuentro de orquestas juveniles- es la más cabal demostración de cómo un joven puede dedicarse con pasión a la interpretación de un instrumento, divertirse y formar parte de un grupo que comparte ese gusto por la música, logrando una actividad creativa que disfrutará otro ser humano. Es -tal como dice Andrea Merenzon, factótum de estos encuentros- la mejor manera de estimular valores como la dignidad, el orgullo y el desarrollo intelectual.
En un acercamiento de 3 días se realizó un seminario, hubo masterclasses a cargo de reconocidos solistas y tocaron cerca de 50 orquestas. Y todo se realizó con un orden y una organización notables. La colosal idea de Merenzon finalizó con un concierto, cuya segunda parte ofreció la interpretación de una megaorquesta en la que habría -por lo menos- un millar de músicos de todas las edades y de toda Latinoamérica.
El VIII encuentro de orquestas juveniles fue en el Luna Park. El concierto comenzó con la Orquesta Estudiantil de Buenos Aires, dirigida por Guillermo Zalcman, para seguir con la Orquesta Juvenil de Hurlingham con Roberto Flores en el podio. Finalizando la primera parte, Carlos Calleja se puso al frente de las Orquestas Juveniles de Chascomús y Jujuy (SOIJAR) para ofrecer una muy alegre versión del Danzón No.2 de Márquez con los intérpretes bailando sobre el escenario.
Después de un breve entreacto, la imponente orquesta de Orquestas -con instrumentistas agrupados hasta en las gradas del estadio- interpretó un repertorio de conocidísimas piezas como la Marcha Triunfal de Aída, el Gloria de la Misa Criolla de Ariel Ramírez, Cuando los santos vienen marchando de Redding y hasta una polca paraguaya con una docena de arpas que se integraron a la megaorquesta. También se sumaron cuatro coros que cantaron un meddley de The Beatles, para cerrar con un arreglo de la Oda a la Alegría del 4to. movimiento de la Novena Sinfonía de Beethoven.
Todo fue alegría. Todos estábamos exultantes, muchos sin poder contener la emoción de escuchar y observar a chicos cuyo instrumento era más grande que ellos, compenetrados y dedicados a brindar lo mejor de sí para hacer brillar a la numerosísima agrupación. La función comenzó puntualmente y se realizó sin solución de continuidad a pesar de los complicados cambios de orquestas, coros, solistas y directores, algo que denota la perfecta coordinación lograda por la organización en aras de un encuentro que une almas en pos del excelso arte de la música. Martin Wullich
Fue del 6 al 8 de octubre de 2008
Luna Park – Cap.
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