La destacada cantante franco-yugoslava Vera Cirkovic, radicada en Argentina, nos habla acerca del disco Escombros de un vampiro sideral, donde interpreta canciones con textos de Baudelaire, Rimbaud y Verlaine. Un proyecto que quería transitar en carne propia desde hace tiempo.
Dueña de una voz envolvente y profunda, Vera Cirkovic nos entrega este trabajo de extrema sensibilidad en busca de espectadores que no duden en morder cada canción y beberla hasta la última gota. Las letras y melodías comprueban que en la búsqueda de una belleza trascendente siempre hay riesgos; en toda búsqueda que nos haga transgredir nuestros límites, debemos tomar un riesgo. “A veces lo que nos nutre nos termina absorbiendo de la misma forma”, concluye la cantante, mostrando la doble cara del vínculo de todo artista con su arte.
En esa música que nos coloca frente al precipicio, que nos fascina y nos hace temer, está la posibilidad de renacer de los escombros. Este no es el canto de una sirena, sino de una vampiresa que ha bebido la sangre de los poetas para rozar la inmortalidad.
¿Cómo llegaste a este universo tan personal que creaste en este disco?
Fue la suma de muchas búsquedas a lo largo de mi camino artístico. Había perdido de vista mi identidad al querer encajar en un género, una cultura, una voz, al obviar el hecho de que soy pura diversidad. Decidí permitirme confiar en mi propio instinto y ponerme fuerte en ser lo más sincera, genuina y crear algo que me nutra por mucho tiempo.
¿Son poemas que hace tiempo buscabas hacer propios?
Canté en el pasado muchos de estos poemas en el cuadro de la música de cámara, con músicas de Debussy, Ravel, Duparc y me apasiono hacerlo pero cuando escuché las versiones de Ferré, sentí que había algo más , lejos de la tradición académica y a la vez de una calidad digna de cualquier composición clásica. Escuché este ciclo durante dos años antes de tomar el atrevimiento de ‘’apropiármelo “para crear este álbum.
¿Cuál es la búsqueda estética que has querido reflejar?
Soy ecléctica en mis gustos, mis referencias son muchas y busco lo bello en todo, hasta en lo supuestamente “feo”. Esta búsqueda está teñida de romanticismo barroco, es un caleidoscopio de todo lo que me inspira, las alucinaciones de las substancias prohibidas, el oriente, el espiritismo, la vanguardia con todos los colores que uno se puede imaginar y con la oscuridad y lo gótico que conllevan.
¿En qué género o mezcla de géneros encuadrarías a tu disco Escombros de un vampiro sideral?
Encuadrar es lo que más me cuesta… Podría ser un álbum Rock en su espíritu, Punk en su esencia, Clásico en su estructura …No puedo definirlo si no como un ovni musical. Es similar a un gabinete de curiosidades.
¿Cómo fue el trabajo en conjunto con los músicos compositores?
Con Pedro Giorlandini trabajamos de la mano en los arreglos. Él me conoce mucho, sabía lo que quería escuchar y yo, lo que él podía lograr, aunque superó mis expectativas. Particularmente al aventurarnos a proponer una versión diferente de “ l’ invitation au voyage “ de Francis Duparc. Fue osado el desafío y trabajamos mucho en hacer realidad mi sueño.
Murci Bouscayrol ilustró con sonidos y guitarras de manera cinematográfica todo lo que deseamos con Pedro y en “ Les métamorphoses d’ un vampire “ construí yo misma toda la composición de voces habladas que ilustran esta canción. El equipo de músicos que formó Pedro Giorlandini fue brillante .
¿Cómo explicarías este sentimiento de llevar los poemas en la carne? ¿El canto te permite adueñarte de algún modo de las palabras de estos poetas?
El canto y la música son mis vectores ideales para decir estos textos, estas asociaciones de palabras. Se hicieron carne al trabajarlos tanto, al analizar cada sonido como tal, al disecar las inflexiones e intenciones de los poetas. No hay nada al azar en estas composiciones verbales, el sentido es tan importante como lo sonoro. La música exalta el todo y puedo entrar dejándome llevar.
¿Te sentís identificada con la sensibilidad extrema de Rimbaud, Baudelaire y Verlaine?
Totalmente y es una de las razones por la cual elegí interpretarlos. La hipersensibilidad es difícil de llevar y aunque nos permite gozar con más intensidad de lo bello, de lo transcendental, también nos hace sentir en la carne lo terrible, lo atroz que a veces se nos acerca.
¿Cuál fue tu primer acercamiento a ellos y qué fue lo que te sedujo de su poesía?
En la secundaria nos tocaba estudiarlos. Me sedujeron las temáticas, lo sufrido de sus textos, las vidas atormentadas, lo prohibido. Tenía quince años y me sentí muy identificada con “El Albatros” de Baudelaire hasta transformar y aumentar en mi memoria las torturas infligidas por los marineros al ave.
¿El arte sería una suerte de vampirismo donde nos alimentamos de las energías ajenas?
Es acertada la idea. Me nutre constantemente lo de afuera, miro, escucho demasiado y estas imágenes, sonidos son lo que alimentan mis interpretaciones. Somos vampiros, pero a veces lo que nos nutre nos termina absorbiendo de la misma forma.
Vera Cirkovic ¿considerás que la música y las artes son las únicas vías para darle un cauce a la sensibilidad?
Para nada. La sensibilidad se expresa en todos los momentos de la vida y en la mayoría de los oficios. La compasión sincera en la cotidianidad es sensibilidad, la empatía con los amigos, la contención de un médico hacia un paciente, el “savoir faire “, el arte de enseñar…En todo la sensibilidad tiene lugar y se puede expresar en su mejor versión.
¿Creés que, en la búsqueda de lo absoluto, de algo trascendente, el artista corre riesgos, hasta de perder su vida?
Cuando hay una real vocación, cuando hay talento, la búsqueda se puede volver obsesión, ser peligrosa, agotadora. La voluntad de crear algo trascendental ya habla de la muerte, de sobrevivir a la muerte a través de un legado. El artista se obsesiona, se tortura si no logra alcanzar su meta. Se autodestruye con frecuencia si no logra expresarse y ser entendido.
Hoy, más que nunca, cuando se da tanto espacio a lo trivial, al entretenimiento sin substancia, son tantas posibilidades que se niegan a creadores y artistas a mostrarse. Entonces sí, el absoluto tiene su costo, el costo de la integridad o de la salud y a veces de la vida…
¿Es doloroso llegar a la sabiduría en la vida y en el arte? ¿Cómo recomponerse a partir de los escombros?
Quiero creer que no siempre es así, aunque la historia de la humanidad parece decir lo contrario. Saber soltar es seguramente una forma de reconstruirse con lo que queda, los escombros. Soltar los dictámenes, soltar lo que no es nuestro para reconstruirse. “Soltar el dolor” como decía el cantautor Gabo Ferro. Y en los escombros hay piezas extraordinarias como pedazos de vitrales que pueden reflejarse al infinito y crear nuevas perspectivas
Vivimos en un mundo de violencia, en especial para las almas sensibles, ¿creés que la música puede ser un refugio?
Lo es sin ninguna duda. Creo en el poder de la música de Mozart para contrarrestar los efectos de la violencia, en la de Puccini para desahogarme de las penas, en la música barroca para llenarme de energía, en la de Bregovic para alegrar mi día, en la música pop para bailar con mi hija… Definitivamente la música nos ofrece refugio: si es buena, al escucharla o al hacerla, nos transmite la energía que necesitamos.
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