Una pareja debe abandonar su automóvil tras un desperfecto mecánico, para pedir ayuda. El destino los lleva a un extraño castillo. Luego de una particular bienvenida, deberán afrontar una estancia, en medio de extravagantes y curiosas situaciones. En el lugar habita un extravagante científico travestido que somete y domina a su entorno a todo precio con tal de alcanzar su cometido: darle vida a una musculosa e ingenua criatura.
Este clásico de los musicales traspasa el escenario con la participación del público, en el que muchos son verdaderos fans. Un gran programa de manos en formato de periódico sirve como guía al espectador. Se apela a la participación y complicidad repitiendo frases en determinados momentos, realizando gestos y hasta usando elementos que muchos llevan consigo a la función. Es todo un meticuloso ritual, condimentado con mucha música, exóticos maquillajes y atractivo y disparatado vestuario.
Los personajes van cayendo en sus comportamientos sociales bajo la perversa influencia del insólito doctor, protagonizado por Roberto Peloni, impecable, ovacionado en con vítores en cada participación. También divierte Fede Coates, quienevidencia un excelente talento puesto en el trabajo logrado para componer el personaje, captando la atención aún cuando se encuentra en segundo plano. Junto a Florencia Benitez forman una dupla impecable. Las voces y las actuaciones de la joven pareja formada por Sofía Rangone y Walter Bruno sorprenden por el cuidado trabajo escénico. Bruno saca provecho de cada situación de principio a fin. Ignacio Pérez Cortes se destaca como la criatura de laboratorio.
El exigente dinamismo compromete a todos a no descuidar ni un solo detalle. La soltura corporal de los intérpretes y el color de las voces se ponen de manifiesto en el meticuloso trabajo del director general Andie Say, junto el director musical Mariano Cantarini, completado con el apoyo de una banda en vivo. La iluminación y el vestuario sincronizan mecánicamente sin fisuras. La coreografía, a cargo de Alejandro Lavallén, tiene un desplazamiento escénico fluido y preciso que realza el despliegue de la pieza.
En cada una de las funciones son invitadas figuras del espectáculo para el rol de narradores. En la que me tocó presenciar fue el turno de Ángela Torres y Franco Masini. Lamentablemente, ninguno estuvo a la altura de la calidad del elenco, al punto de reírse entre sí, y de no poder cantar provocando un claro silencio en la platea como desaprobación. Este antológico show musical, mezcla de divertido horror y ciencia ficción, invita a ser parte de un sinfín de locuras provocando la idea de vivir como uno siente, aceptándose a sí mismo. Quizá, después de leer esto, se sume un nuevo fan a este ritual, ícono teatral y cinematográfico. Sergio Boaglio
Martes a las 21.15
Teatro Maipo
Esmeralda 443 – Cap.
(011) 5352-8383
maipo.com.ar
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