TELÓN EN EXTINCIÓN, ¿fin de la magia?

Un elemento del teatro que tuvo su apogeo y parece ir en franca decadencia

Escasos metros separan la ficción de la realidad. De este lado, espectadores que conversan entre sí, comparten fotos del teatro en sus redes sociales y las publican en sus estados, o simplemente echan un vistazo al programa de mano. De aquel lado, un actor arrebujado entre cobijas, acomodándose una y otra vez como cuando uno intenta conciliar el sueño; o una actriz realizando tareas en una cocina; o varios actores posicionados entre los elementos de la escenografía, escuchando con atención las indicaciones de la voz en off que aparece antes del comienzo de la función. Hasta se ha visto que los mismos actores, ya caracterizados para la obra, no solo aguardan en sus lugares al público, sino que algunos ofician de ujieres. El telón, por su parte, brilla por su ausencia, y a estas alturas, su supervivencia en los teatros parece estar seriamente comprometida. ¿Está el telón en extinción?

Excepto en los teatros líricos, este enorme lienzo que cae desde el arco del proscenio ya no parece ser necesario en las representaciones contemporáneas. Usted puede sentarse en su butaca de cualquier sala de la avenida Corrientes, o en algún teatro más pequeño o modesto, y la situación es la misma: una vez que ocupó su asiento, usted puede ir escudriñando el decorado y acaso imaginar qué sucederá una vez que empiece el espectáculo. Quizás, ni falta le hará usar su imaginación para anticipar el aspecto de los personajes, ni cómo luce el lugar de la acción. ¿Cómo estarán vestidas Julieta o la lorqueana Doña Rosita? ¿Cuántos muebles hay en la casa de María Barranco? No se preocupe: nada hay que obstruya la visual del escenario.

No había telón en el antiguo teatro griego. No lo había en el teatro isabelino -aunque el nombre The Curtain Theatre despiste a muchos, pues era un teatro en las afueras de Londres llamado Curtain Close, y no había allí ningún telón. Tampoco lo había en el Renacimiento. El telón vino de la mano del siglo XVII, y en Inglaterra se usó por primera vez en 1660, en tiempos de la Restauración; en Italia se había empezado a usar unos años antes. Se afirma que se introdujo para evitar distracciones de los espectadores durante el cambio de escena. Hacia mediados del siglo XVIII el telón comenzó a separar los actos.

Sea como fuere, el telón ha sido durante muchos años un objeto que suscitaba todo tipo de emociones. Amén de fungir como línea divisoria -aquí, los espectadores; allá, el público-, el telón nos invita, como público, a formarnos en la cabeza una idea de lo que sucederá. Es la magia de lo que vendrá, de aquello que conocemos pero de manera incompleta, y que, una vez que ese enorme lienzo suba o se descorra a lo largo del proscenio, empezaremos a ver en toda su magnitud.

Expresiones que hacen uso de la palabra “telón” sobreviven en nuestra lengua, y al menos, también en la lengua de Shakespeare (curtain, literalmente “cortina”). Frases como “telón de fondo”, “telón de acero” o “bajar el telón” perviven en nuestro idioma; el inglés, por su parte, tiene en su inventario behind the curtain (“en la trastienda”), y cuando se dice Curtains for …, significa que es el fin de algo o de alguien. Es de esperar que estas expresiones sigan existiendo en la lengua, incluso si el telón queda como una cosa obsoleta de un pasado distante, incluso para la ópera.

Pero el telón tiene su encanto. Más allá de los dimes y diretes del famoso episodio con el viejo telón del Teatro Colón, es un objeto pintoresco y que realza la belleza de muchas salas. Como gran curiosidad, Marc Chagall pintó especialmente un telón para una función de La flauta mágica; fue subastado hace unos años en 1.000.000 de dólares.  Hay un telón que es único en el mundo, está en el Palacio de Bellas Artes de la capital mexicana y es de cristal. Es una obra sin parangón, pesa 22 toneladas y fue construida en Nueva York. No solo asombra el hecho de que exista un telón fabricado con un material tan poco usual y que demanda muchísimo más recaudo a la hora de manejarlo, sino que la decoración que presenta es una verdadera joya.

Si bien la presencia prácticamente nula del telón en los teatros de nuestra época obedecería a razones de practicidad, economía o nuevos aires que corren en la dramaturgia, el valor decorativo y el estímulo que puede brindar a la imaginación del espectador no son para desdeñar. Quizás, después de todo, en algún momento haya un resurgir del bendito lienzo y no quede relegado a figurar sólo en un diccionario. Viviana Aubele

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