Rezar de noche – Actúan: Elena Acuña, José Arrue, Alejandro Hener, Victoria Páez, Victor Salvatore – Espacio: Félix Padrón – Iluminación: Aquiles Gotelli – Música: Gustavo Popi Spatocco – Coreografía: David Pundan – Autor: Darío Bonheur – Dirección: Adriana Garibaldi
Todos llevamos un niño en algún rincón del corazón, asegura el dicho popular. Pero nadie aclara si esto es algo necesariamente bueno, porque -ya se sabe- los niños pueden llegar a ser tremendamente crueles. Si esta crueldad involucra o no una responsabilidad moral, eso ya será materia de debate, pues alguien podría aducir que la ausencia de un criterio moral no deja de ser una de las muchas formas posibles de la inocencia.
Uno también podría preguntarse si lo importante es ser o parecer inocente. O en la misma línea de ideas, si la cuestión pasa por el hecho de que los demás nos crean inocentes, o bien que nosotros mismos seamos capaces de vernos de esa manera. Porque cada uno puede erigirse como un juez por demás severo o convenientemente indulgente, a la hora de abrir juicio delante de un espejo.
Pero si tuviésemos que determinar cuál es el eje central de Rezar de noche, potente obra de Darío Bonheur, tal vez también podríamos decir que trata de la cuestión de qué hacer con aquellas personas que no encajan en el molde promedio, con esos que de un modo u otro son diferentes, o quizá todavía no han terminado de definir quiénes son. ¿Quién sos vos, que estás leyendo estas líneas? ¿Cómo te ves a vos mismo y hasta qué punto te dejás arrastrar por lo que los demás te indican que sos según lo que te dicen y cómo te tratan?
Cinco compañeros de la infancia. Seis, en realidad. Y la crueldad que se instala en medio de esas personas, por fuera del tiempo. Personas que ya no son niños, o tal vez lo siguen siendo, pero de la peor manera. ¿Quiénes son esas personas? ¿Son lo que ellos mismos creen que son o aquello que los demás pretenden ver en ellos? Hay una violencia que sobrevuela toda la obra. Pero es una violencia disfrazada de civilidad, que marca una dinámica perversa que se establece y profundiza entre dominantes y dominados.
Muchas veces la violencia es el modo que tienen algunas personas para vincularse con los demás. Pero también es una estrategia que se despliega para que el violento pueda convertirse en alguien, al marcar una posición de poder ante otra persona más débil a quien pueda doblegar. En rigor se trata de una marca de debilidad por parte de quien ejerce la violencia, pues depende de otro para ser. Pero ninguno de los que participan del abuso, físico o psicológico, ni el dominador ni el dominado, logran ver este detalle. Ojalá sí lo pueda ver el espectador.
En Rezar de noche las actuaciones son muy convincentes. El dispositivo escénico es extremadamente simple, pero efectivo. El uso de elementos coreográficos enfatiza la idea de una normativa que facilita el formar parte de un grupo de pertenencia. O una regla de exclusión, cuando es aplicada en sentido contrario. Estas pautas sirven además a la hora de desentenderse de las propias debilidades, responsabilidades y culpas, que invariablemente son cargadas sobre aquel a quien se domina. Así en la vida real como en el teatro.
El único detalle de Rezar de noche que no llegó a convencernos fue un final poco conclusivo en relación a la fuerza que tiene todo el resto del trabajo. Pero esto es apenas un detalle. La propuesta es por demás atractiva, inteligente, poderosa y -quizá lo más importante- absolutamente útil para promover una reflexión necesaria acerca de ese mal que hoy llamamos bullying, pero que seguramente existe con otros nombres desde que cobra cuerpo una vida en sociedad y una cultura. Germán A. Serain
Lunes a las 21
El Camarín de las Musas
Mario Bravo 960 – Cap.
Tel.: 4862-0655
elcamarindelasmusas.com.ar
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