Llegó exultante al escenario, como quien viene a reencontrarse con amigos. Apenas amainaron los aplausos de bienvenida, Renée Fleming tomó un micrófono, agradeció y se mostró afectuosa. Parecía otra, con un tono simpático y cálido que se extendió a lo largo del recital, alejado de la frialdad que tuvo en algunas actuaciones, en esta misma sala (click) o en el Met de New York (click).
El programa elegido, sin embargo, fue algo ecléctico y bastante surtido, como si fuera un “demo” de las amplias posibilidades vocales e histriónicas de la soprano. Comenzó con Porgi, amor de Las Bodas de Figaro, de Mozart, y siguió con dos Händel: Bel piacere (Agrippina) y V’adoro pupille (Julio César en Egipto), deleitablemente cantadas y magníficamente acompañada en piano por el eximio y preciso Gerald Martin Moore.
De allí al final de la primera parte siguió un bloque romántico francés interpretado con gran sentimiento, que incluyó Massenet: C’est Thais, l’idole fragile (Thais) y Adieu notre petite table (Manon), Saint-Säens (Soirée en mer) y Oscar Strauss (Je t’aime quand même). Fleming comentó antes –en inglés, claro- algunas curiosidades sobre el contenido e historia de las composiciones, aportando datos no siempre conocidos y por ende bienvenidos, tales como lo que ocurre en la velada en el mar o el hecho de que la letra alemana de uno de los Tres Valses de Strauss se tradujo al francés especialmente para Yvonne Printemps.
Luego de un cambio de vestuario, Fleming hizo una interesante versión de cinco canciones de Rachmaninov, mucho más sustanciosa que las que continuaron de Donaudy, Tosti y Leoncavallo. Pero, sin dudas, lo mejor de la noche fue la interpretación de L’altra notte in fondo al mare, de Mefistófeles, de Arrigo Boito, donde marcó una notable expresión en volumen y sentimiento (*).
Después de un agradable momento español, con Ponce (Estrellita) y Castellano Gómez (La morena de mi copla), con palmas incluídas, llegaron los esperados bises, que nunca defraudan y mucho se agradecen. Ya relajada y feliz, habló de sus preferencias e hizo la Canción a la luna de Rusalka, luego I Could have danced all night de My Fair Lady, donde el público coreó la letra (*), y cerró con un clásico: O mio babbino caro, demostrando que se hace querer cuando se torna más cálida, quizás para suplir otras exigencias. Martin Wullich
Fue el 29 de junio de 2016
Teatro Colón
Libertad 651 – Cap.
(011) 4378-7109
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