Las luces bajan y se abre la cuarta pared de un living que Brenda prepara, con una obsesión particular por los detalles, mientras espera que sus invitadas lleguen a tomar el té. Se la ve ansiosa, en la cara no dejan de alternarse gestos nerviosos. Parecería que está loca, o actúa como si lo estuviera.
Valeria Giorcelli traslada muy bien al cuerpo el perfil maníaco, el tono de voz estridente y los ademanes forzados de una mujer que busca reencontrarse con tres amigas cercanas, a quienes sólo ella puede ver. A medida que transcurre el encuentro, el clima se carga de tensión y ruptura.
La duración es adecuada -teniendo en cuenta que es una obra unipersonal-, el manejo del tiempo y la construcción del texto crean la ilusión de que, por un momento, hay cuatro personas alrededor de una mesa. El pacto permite la fluidez y respuesta emocional de la sala.
En cuanto avanza hacia el final el ritmo se precipita y la incertidumbre aumenta, porque el conflicto se mantiene en el límite que separa lo verosímil de lo alucinado. Efectivamente, Mis cosas preferidas muestra de cerca el mundo fragmentado y esquizoide de una mujer sola, perseguida por su pasado. Natalia Mejía
Sábados a las 21
El Camarín de las Musas
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