Alejado apenas doscientos metros de la ruta 68 -que une Santiago con Viña del Mar-, a la altura de Casablanca, aparece Macerado, un agradable y cálido reducto cuya apariencia no es la de un restaurante, sino la de una apacible casa -con piso de parquet– cercana a la montaña, que bien podría pertenecer a algún querido familiar o un viejo amigo. Nomás entrar se recibe un trato como si ya hubiéramos estado alguna vez. Su decoración, llamativamente casera, obliga a dirigir nuestros ojos hacia un viejo proyector de cine, un mueble con cajones de estilo campesino, o un escolar mapamundi en dos hemisferios -trazado por un tal Forest y editado en París-, de aquellos que se colgaban sobre el pizarrón para dar lección de geografía , con sospechosos límites y dimensiones que poco respetan la realidad. También vale la pena descubrir la máquina de coser Singer, ubicada en el baño, para levantar la tapa y ver que ahí está, empavonadamente negra, con filigranas y letras en dorado, quizás esperando que alguien vuelva a enhebrar el hilo que tantas veces la alimentó.
La cocina que pregonan tiene la alegría del color, la frescura del mar y el aroma después de la lluvia. Se comprueba comenzando con una sencilla pero muy bien presentada ensalada de tomate y palta. Otras opciones como la Trilogía de ceviches, los Locos en salsa de palta y cilantro, o la Ensalada cítrica al salmón curado son igualmente tentadoras. Para seguir, llaman la atención el Costillar de cerdo al Macerado -receta de la casa-, en base de ají cacho de cabra, ajo, orégano y vinagre, acompañado de puré picante al merquén, así como los Raviolones frescos de la casa con mechada de novillo en salsa de callampas silvestres.
Aprovechando la cercanía del Pacífico, es atrayente la Papardelle del mar, pasta fresca en royal de ostión con camarones, machas y ostiones, un toque de queso parmesano y perejil. Haciendo honor a su apellido, Gonzalo Donoso Vásquez ofrece -simpática y donosamente- fuera del menú, un cordero que decido probar y agradezco haberle hecho caso, mientras cuenta detalles de las recetas de su madre, que dejan traslucir ancestrales secretos.
Al momento de los postres, la Leche asada de la casa aromatizada con lavanda del huerto o el Pie de quesillo con mermelada casera ácida son opciones inusuales. En todo momento aparece lo casero, se percibe, se siente, tanto en el pan caliente como en un exquisito pisco sour teñido de verde por la albahaca. Asimismo -por dudas o por curiosidad- se puede pedir degustar cualesquiera de los platos, tal como lo hice con la recomendable Plateada. El Cabernet Sauvignon/Syrah Emiliana, del Valle Maipo, fue un buen compañero que se integró magníficamente a los diferentes sabores con su particular aroma. Vale la pena detenerse en el camino y dedicarle una particular visita a esta blanca casa de Casablanca. Martin Wullich
Av. Portales 1685 – Casablanca
V Región – Chile
Reservas: (56-32) 274-1453
Macerado en Casablanca
Origen: Hacia el año 1955, Don Gastón Arancibia y Doña Rebeca Garcés inician la construcción de la que será su casa por más de 30 años. En 1988 La Familia Donoso Vásquez adquiere la propiedad, a voluntad de Doña Rebeca Garcés para ser sus nuevos dueños, y así inicia el proceso de restauración de jardines, salones y el entorno, para abrir al turismo en el año 2001 con el Complejo Turístico Los Álamos. Es así que Macerado Restaurant, abre sus puertas en Febrero de 2007, llevando ya casi una década dedicado a la cocina Familiar y con concepto de Origen Casablanca.
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