MACBETH, clásico delirado

Imponente y laboriosa puesta en escena para una versión anodina

MacbethElenco: Alberto Ajaka, Valentino Alonso, Mónica Antonópulos, Fabio Aste, Federico Buso, Luciano Cáceres, Julián Calviño, Emiliano Dionisi, Leticia Mazur, Margarita Molfino, Francisco Pesqueira, Marcelo Pozzi, William Prociuk, Martín Pugliese, Agustín Rittano, Ezequiel Rodríguez, Leonardo Saggese, Alberto Suárez, Julieta Vallina, Debora Zanolli – Vestuario: Mariana Polski – Escenografía: Alicia Leloutre – Iluminación: Gonzalo Córdova – Música: Diego Vainer – Coreografía: Carlos Casella – Autor: William Shakespeare – Versión y Dirección: Javier Daulte

El autor y director Javier Daulte ha puesto en escena versiones estupendas de obras propias y de otros dramaturgos. No es éste el caso. Macbeth, de William Shakespeare, aparece superlativamente desdibujada, en una versión que poco respeta el original y se torna confusa y oscilante. Suponiendo que un joven no haya leído el libro, ni visto versión alguna, se las vería en figurillas para entender este dislate de posmoderna pretensión. Remedando coreografías de Michael Jackson, movimientos de cuerpos rodantes, con notable iluminación y mayestática escenografía, el número inicial atrapa con su visión  al mejor estilo de un impactante musical. Quizás, si la línea argumental y el tiempo narrativo hubieran seguido ese apabullante derrotero, y se hubiese agregado más humor, se podría estar o no de acuerdo, pero no se habría convertido en el aletargado desarrollo que presenta.

La decisión de mezclar voces naturales –muchas no se oyen o no se entienden-, con otras amplificadas y además micrófonos de mano, genera un contrastante desequilibrio sonoro. Si por lo menos los protagonistas supieran y sintieran lo que están diciendo, transmitieran algo del dramático relato, pusieran el espíritu necesario, otra sería la historia. Mónica Antonópulos –Lady Macbeth- parece siempre a la espera de lo que Alberto Ajaka –Macbeth- va a decirle, sin expresión alguna, como esperando el ahora me toca a mí. En tanto, éste último, recita su texto con más énfasis, aunque por momentos sobreactuado. En general, el elenco todo parece exageradamente marcado hasta en los más nimios movimientos, lo que les quita mucha expresividad. Luciano Cáceres, William Prociuk y Joaquín Berthold hacen lo posible por salir del corset actoral impuesto por la dirección.

Hay gestos repetitivos como la indicación del acto sexual o los titubeos en el habla. Cuando se va logrando cierto clima, cierto suspenso, Daulte tira todo por la borda. Enciende las luces de sala, aparece el personaje del Portero –encarnado por Martín Pugliese-, hace pis en escena y luego se debate sobre si debe abrir la puerta a la que golpean, consultando el tema con el público. Pugliese está magnífico y debería armar varios personajes así, pero no para Macbeth. Después de esto, cuesta volver a entrar en el relato, que se hace más largo aun, y ya no sorprende entonces que otro de los personajes haga un globo con el chicle que masca. O que los diálogos oscilen entre el voseo, el tuteo y el usted, entre raros acentos. O que el vestuario mezcle calzas, vestidos de cóctel, uniformes sui generis, trajes de época, vestimenta robótica, lujosas tenidas y corbatas siglo XX. En este bric-à-brac teatral todo vale, hasta la espectacular aparición final del imponente bosque devenido industrial, cuya paradójica elevación invita a una reflexión sobre el alcance de un texto que ha superado los cuatro siglos. Martin Wullich

Se dio hasta fin de 2012
Teatro San Martín

Av. Corrientes 1530 – Cap.
(011) 4371-0111

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