Bailarines cantores: Amalia Pérez Alzueta, Luciana Barrirero, Silvia Grun, Antonio Luppi, Virginia Licitra, Roberto Zarza, Magdalena Cortez, y bailarines del ISA: Angelina Casco Guiñazú, Noelia Díaz, Celeste Díaz, Patricio Di Stabile, Pedro Soriano – Música: Diego Voloschin – Músicos: Ezequiel Finger, Bárbara Togander, Diego Voloschin – Vestuario: Victoria Nana – Iluminación: Adrián Grimozzi – Libro y Dirección: Florencia Werchowsky
Tómese un tema (supuestamente) polémico -el entrenamiento de la danza, su ambiente-; agréguese la experiencia personal de quien lo desarrolla, utilizando un amargo sarcasmo para describir situaciones y protagonistas, y el resultado será un libro que va por la tercera edición, ramificado en numerosas conferencias, entrevistas, mesas redondas.
Sin embargo, Las bailarinas no hablan solo aporta una caricaturesca pintura de la vida de estudiantes, bailarines y formadores de la danza, partiendo de una tramposa confusión entre autora y protagonista, ambas llamadas Florencia. ¿Es ficción o autobiografía? La respuesta de Florencia Werchowsky (la real) fluctúa según la ocasión, e invalida seriamente su propuesta, que además contempla solo un lado de esta multifacética disciplina.
Paradójicamente el Teatro Colón, ámbito que Werchowsky describe como claustro de tortura de precoces bailarinas, es el que ahora le abre sus puertas para montar la versión escénica del libro, convertido en una serie de sketches destinados a los conocedores del género. Quien no haya incursionado alguna vez por el mundo de las barras y las zapatillas de punta se quedará afuera de muchas referencias directas a pasos y situaciones. La selección de palabras francesas que remiten al chistido (cloche, jeté, allongé, chasse, souplesse) susurradas por los intérpretes, es ingeniosa pero no inclusiva para el público.
Sin embargo, habrá momentos reconocibles y reproducibles en otras actividades, y esto es así porque Las bailarinas no hablan, pese a su supuesta originalidad, explota un filón común a muchas carreras, pero especialmente rentable en lo que se refiere a la danza. Werchowsky insiste en señalar los mitos de la docente implacable (actualmente en franca extinción), del estricto celibato (desmentido en la realidad por la cantidad de parejas formadas dentro y fuera del ambiente), de entregar la vida por la danza, estigmatización exacerbada por el morbo popular a la cual no escapan muchas otras disciplinas que utilizan el cuerpo como instrumento. Las bailarinas no hablan… pero tampoco los músicos, los tenistas, los artistas plásticos, los acróbatas…
Como muchas veces, los intérpretes son los que salvan la función, tanto bailando como hablando y cantando. El elenco reúne bailarines de por lo menos tres generaciones; los más jóvenes deberían mejorar su dicción. Destacamos el hermoso rostro de Virgina Licitra, de expresiva máscara, que acompaña su siempre elegante presencia. La niña Angelina Casco Guiñazú aporta simpatía, y la longilínea Amalia Pérez Alzueta deleita con sus interminables elongaciones.
La desopilante Luciana Barrirero provoca la risa cuando marca una exageradamente extensa combinación de pasos a la nena, que se olvida la mitad ante la iracunda mirada de Luciana. Silvia Grün, envuelta en una pollera tubo, también se abandona al humor, que le sienta de maravillas. La música de Diego Voloschin secunda apropiadamente la obra. Patricia Casañas
Fue el 15 de mayo de 2018
Teatro Colón – CETC
Libertad 621 – Cap.
(011) 4378-7109
teatrocolon.org.ar
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