LAS ARMAS SECRETAS, de Julio Cortázar

El jazz y el cine orbitando la constelación imaginativa del escritor

Las armas secretas fue editado por primera vez en Francia en 1959 y recopila cinco cuentos del autor Julio Cortázar, entre los que se destacan dos, porque de ellos surgen ramificaciones hacia otras disciplinas de arte. El perseguidor y Las babas del diablo enlazan a la música de jazz y al cine respectivamente, creando un mundo dentro de un mundo.

En El perseguidor se cuenta la vida y ocaso de Johnny Carter –presunto “viva imagen” de Charlie Parker-, un saxofonista arruinado por las adicciones y obsesionado con el tiempo y sus incongruencias. Johnny está convencido de que él vive 15 minutos por delante del resto del mundo, sobre todo cuando toca en la banda. A la par está Bruno, crítico de jazz, amigo incondicional y biógrafo de Johnny, la contraparte de una personalidad genial pero plagada de caídas y excentricidades no siempre fáciles de interpretar. Johnny atraviesa sus crisis, pierde su saxo, alcanza a grabar una versión insuperable de un tema pero cae al abismo una y otra vez.

“No quiero tu Dios –repite Johnny- ¿Por qué me lo has hecho aceptar en tu libro? Yo no sé si hay Dios, yo toco mi música, ya hago mi Dios, no necesito de tus inventos, déjaselos a Mahalia Jackson y al Papa, y ahora mismo vas a sacar esa parte de tu libro.”

En este relato que integra Las armas secretas, Julio Cortázar revela su familiaridad con el ambiente jazzístico que en aquel tiempo animaba la noche parisina con su estilo propio y una discordancia social llamativa. Cortázar vivió la bohemia de los años ‘50 y ’60 en París, y hasta escribió detallados artículos sobre celebridades del jazz que eran su pasión. Suele decirse que la esencia de este género musical –la improvisación y las variaciones- fue lo que influyó en la manera de escribir de Julio. Esa versión libre y espontánea, a la vez que personal de ejecutar un tema con muy pocas puntuaciones, capaz de interpretarse siempre de manera distinta, sentó en Cortázar las líneas fundacionales de su forma de relatar.

En el cuento El perseguidor, el contrapunto entre Johnny (Charlie) y Bruno (Julio) navega entre las aguas que empujan a una deriva inevitable al músico y el forzado equilibrio del amigo-crítico-biógrafo que no ahorra figuras para describir la decadencia y destacar el encantador resultado que eso tiene en sus interpretaciones musicales. Cadencia y verborrágica imaginación imprimen a este cuento el swing tan buscado por Julio quien, al morir el músico, solo dispensa credibilidad al biógrafo, el que tendrá la última palabra sobre el personaje que hizo danzar a la atención frente al relato.

En el cuento Las babas del diablo encontramos una punta que inspiró al realizador Michelangelo Antonioni a dirigir el film Blow Up (1966). No se trata de una adaptación sino de una idea inspiradora que Antonioni tomó del relato de Cortázar y la traslada a otro escenario y trama. Las babas del diablo transcurre en París y Blow-Up en Londres.

Un fotógrafo en un parque hace unas tomas casuales de una pareja –ella es una mujer madura y él un jovencito-. Al observarlos va tejiendo una serie de especulaciones acerca del tipo de relación que los une y  qué estará sucediendo entre ellos: la mujer parece apurarlo para obtener algo de él. Al darse cuenta de están siendo fotografiados, el joven huye de la escena, y un hombre que esperaba a unos metros dentro de un auto, se acerca al fotógrafo para evitar el acecho. Al revelar las copias, el fotógrafo continúa preguntándose qué habrá sido de los personajes.

En Blow-up la historia transcurre en un Londres que va al ritmo de los vertiginosos años sesenta y el fotógrafo es un profesional del mundo de la moda. El meollo aquí es que al ampliar una foto que también disparó de manera casual (blow-up significa ampliación en términos de revelado fotográfico) reconoce la silueta de un cadáver que estando in situ no había advertido.

Muchas coincidencias hermanan estas dos piezas artísticas que son un preludio de la creciente importancia que la fotografía alcanzaría en nuestra cultura: el voyeurismo, la invasión a la privacidad y el narcisismo hasta el cansancio que hoy conocemos a través de los selfies y las redes sociales. Siempre es un placer leer a Cortázar, sobre todo porque es posible reconocer en él una y otra vez al incansable perseguidor de la imaginación, a través de la que va sondeando la inescrutable ruta de la psique humana. ¡Será por eso que lo queremos tanto! Silvia Bonetti

Las armas secretas
Julio Cortázar
Alfaguara

168 páginas

Julio Cortázar: Bruselas, 1914 – París, 1984. Así habló de la película Blow-Up: “Vi la película mucho después de su estreno en Europa, una tarde de lluvia en Amsterdam pagué mi entrada como cualquiera de los holandeses ahí congregados y en algún momento, en el rumor del follaje cuando la cámara sube hacia el cielo del parque y se ve temblar las hojas, sentí que Antonioni me guiñaba un ojo y que nos encontrábamos por arriba o por debajo de las diferencias; cosas así son la alegría de los cronopios, y el resto no tiene la menor importancia” (Cortázar, Papeles inesperados, 2009) – Julio Cortázar en Biografías y Vidas

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