La música clásica tiene una particularidad que la distingue de otros géneros: el repertorio se renueva a un ritmo mucho más lento que el público. Con lo cual cobra sentido que determinados títulos, representados a lo largo del tiempo una y mil veces, vuelvan a ofrecerse en el marco de nuevas propuestas. Por un lado para que esas obras puedan ser apreciadas por quienes tal vez no tuvieron la oportunidad de hacerlo con anterioridad, y por el otro porque una verdadera obra de arte no se agota con el uso. En el caso de La Traviata, título operístico ineludible de Giuseppe Verdi, la obra atrae además por su historia: es la tragedia de un amor imposible, frustrado primero por culpa de las convenciones, y después por una fuerza más poderosa -la muerte- que llega de la mano de una enfermedad sin cura. Los protagonistas conocen el desenlace inevitable, pero nada pueden hacer para cambiarlo, ni para recuperar el tiempo que se ha perdido.
Es ampliamente conocido el dato de que el estreno de La Traviata en el teatro La Fenice de Venecia, el 6 de marzo de 1853, resultó un fiasco total. Y sin embargo, en la misma ciudad, un año más tarde y prácticamente sin cambios notables, el título fue aclamado por el público y la crítica. También es sabido que el libreto es una adaptación de la novela La dama de las camelias de Alejandro Dumas. No todos saben, en cambio, que el personaje de la historia está basado en una mujer real, Marie Duplessis, protagonista de una historia compleja, que incluye una madre de familia aristocrática y un padre violento, nacido de una prostituta y un sacerdote que no lo reconoció, y una infancia marcada por la miseria y la violencia. Su propio padre empezó a ofrecerla por monedas cuando ella era todavía una niña. La vida la llevó a convertirse luego en una cortesana. Franz Liszt fue uno de sus amantes. Dumas fue otro. Tuvo una vida agitada, pero muy breve: falleció días después de haber cumplido 23 años.
Volvamos a la ópera de Verdi. Se ha dicho que el fracaso del estreno, tan contrastante con el éxito posterior de la obra, estuvo dado por falencias puntuales de la representación. Digamos entonces que, en el caso que se comenta, la puesta a cargo del Ensamble Lírico Orquestal sorprendió gratamente, por su escenografía, por sus vestuarios, pero también por la calidad sonora tanto del coro como de la orquesta, dirigida por Dante Ranieri, quien logró un muy buen ensamble, aunque aceleró algunos pasajes de un modo algo caprichoso. Entre los solistas del primer reparto, quien más se destacó fue el barítono Fernando Santiago con un impecable Giorgio Germont. El Alfredo de Fermín Prieto demostró sus indudables dotes en arias y dúos, al igual que la Violetta de María José Dulín, aunque en ciertos pasajes (curiosamente los menos comprometidos) no proyectó su voz con suficiente volumen, detalle que no llegó a empañar en lo más mínimo su buena performance.
La temporada 2015 del Ensamble Lírico Orquestal continuará en junio con un programa Mozart que combinará el Réquiem con el cuarto concierto para violín, y en octubre con un Festival Eslavo integrado, entre otras obras, por la Obertura 1812 de Tchaikovsky y la Sinfonía del nuevo mundo de Dvorák. Todas obras que, más allá de formar parte del repertorio más frecuentado, vale la pena volver a escuchar una vez y otra. Y para ello la propuesta ofrecida por esta asociación de músicos constituye una alternativa excelente. Germán A. Serain
Fue el domingo 3 de mayo de 2015
Auditorio de Belgrano
Virrey Loreto 2348 – Cap.
(011) 4304-2613
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