La oscuridad cubrió la tierra – Intérpretes: Bárbara Alonso, Pablo Emilio Bidegain, Javier Crespo, Carla Di Grazia, Candelaria Gauffin, Diego Gómez, Juan Iglesias, Jorge Thefs – Escenografía y Vestuario: Ezequiel Galeano – Iluminación: Fernando Berreta – Sonido: Matías Coulasso – Músicos: Pedro Cecchi, Alejandro Marín – Dramaturgia y Dirección: Pablo Rotemberg
“¡Y la oscuridad cubrió la tierra!” La frase es pronunciada coralmente en varios momentos del espectáculo, en una performance que impresiona por su creciente energía. Proveniente de la Biblia, marca el momento de la muerte de Jesús. No es casual que Pablo Rotemberg la haya elegido para marcar la muerte cotidiana, para definir atrocidades y crueldades del ser humano, entrando asimismo en una sublime religiosidad que, tal vez, sea salvadora y expiadora de nuestros pecados.
Música y coreografìas nos pasean por canciones excitantes que hablan del surgimiento de Lucifer, de sueños y fantasías, de castigos y cilicios. Una sucesión de cuadros –This message is for you, Noche en el desierto, Andaluces de Jaen, Vanitas vanitatum, Crucifixus, La vida mató al Sueño…– van situando y marcando un derrotero apocalíptico. Todo se desmorona.
El sagaz Rotemberg no imagina límites. Nos ha llevado ya por los caminos de la desnudez, de la violencia, de la perversión, con gran perspicacia. Pues ahora llega a la religiosidad, al cristianismo, al misticismo. Y lo hace como siempre, sin ambages y despiadadamente. El cuadro final, donde brota la sangre, duele. Pero también hay humor. El director se permite todas las licencias, hasta un cameo final donde aparece travestido y exaltado. Y se sienta a tocar el piano.
Cierto es que este espectáculo sería imposible si no contara con un elenco abnegado y entregado a sus designios. Cada uno de ellos transita por andariveles excéntricos, y se potencian en el trabajo grupal. Parece impensado que puedan dar lo que dan, transmitiendo desde un cuerpo que deja traslucir sus almas, sus sentimientos. Es un auténtico tour de force.
La elección de la música y las proyecciones conforman otro hallazgo de La oscuridad cubrió la Tierra. Compositores del barroco como Carlo Gesualdo -que inspiró la idea primigenia- o Gregorio Allegri compatibilizan francamente con Paco Ibáñez, interpretados en vivo por dos guitarristas. La iluminación está muy lograda, considerando el particular espacio que, rodeado de columnas, se ha convertido en teatro.
Desde el Aleluya y su danza al Señor, hasta el deseo de amor, paz, vino, carne y Dios, el éxtasis es palpable. Allá van a galopar en sus corceles humanos. Allá van a jugar afirmando que ese Dios es un perrito, o un gatito, o un gallo. Buscan, saltan, golpean, reptan, gritan, cantan, reflejan la condición humana. Está presente España y su música, pero también la Guerra Civil, la humillación y la muerte.
Emociona la aparición de Cristo, con su cuerpo de porcelana, con su mirada comprensiva, que inquiere por su abandono. La sustanciación de Diego Gómez es sublime. Y la conmoción del espectador es palpable. A la manera de la Luz que resurge del caos, se oye el aplauso cerrado y rotundo como premio a una ocurrencia tan impactante como reflexiva. Martin Wullich
Se dio hasta fin de noviembre 2019
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