Una de las preguntas que más allá del tiempo y los contextos mantienen siempre su vigencia es si en orden de importancia debería uno preocuparse más por ser o por parecer. En cualquier caso, detrás de las apariencias siempre quedan rastros, y esto es algo que se revela en el mismo texto de La joya más preciada, obra que se desarrolla en el marco de la nobleza británica, durante la primera mitad del siglo XX. Rastros de quién es verdaderamente el autor. Rastros de qué desean los actores que interpretan a los personajes. Rastros de qué se espera del público. Ser y parecer son, en definitiva, no más que dos caras de una misma moneda. En este caso una moneda que pertenece al tesoro de la corona. Y ya se sabe: allí donde hay poder, las apariencias son mucho más importantes que en el terreno de la plebe.
El príncipe George, Duque de Kent (1902- 1942), fue el cuarto hijo de George V del Reino Unido y de María de Teck. Recibió su ducado en 1934, ante su inminente matrimonio con la princesa Marina de Grecia y Dinamarca. Particularmente interesado por el arte y las antigüedades, aficiones que compartía con la reina, antes y después de su matrimonio tuvo una extensa serie de romances y relaciones íntimas, tanto con hombres como con mujeres. Entre sus amantes se destacó el actor y dramaturgo Noël Coward, con quien estuvo relacionado durante 19 años. También se dice que el duque de Kent era adicto a ciertas drogas, y que entre las personas con las cuales estuvo involucrado se contó José Evaristo Uriburu Roca, hijo del embajador de Argentina en el Reino Unido, con quien habría compartido el amor de alguna dama norteamericana de la alta sociedad.
Muchos de estos elementos históricos aparecen en la obra que escribieron Sandra Franzen y Patricia Suárez, centrada en los momentos previos al casamiento obligado del príncipe, quien en este caso es retratado enfatizando su perfil homosexual por encima de su bisexualidad. Más allá de este eje, la tensión gira en torno de la cuestión de la autenticidad. Metafóricamente es revelador el modo en que la reina madre se preocupa de un modo exagerado por saber si sus antigüedades son o no auténticas, al mismo tiempo que deja de lado cualquier prurito a la hora de hacer un montaje de puras apariencias en torno de la vida de su hijo menor, para evitar los rumores y mantener las formas. Es grave que un bien material sea falso, pero no interesa si la falsedad aplica a la apariencia que deben sostener las personas dentro de la sociedad.
Son excelentes las actuaciones de Alicia Muxo como la reina y de Ulises Puiggrós como el príncipe. Se luce Débora Longobardi como la princesa consorte, seductora desde la transparencia casi descarnada con que plantea su interés personalísimo de formar parte de la casa monárquica inglesa, sin dobles discursos. Y Javier Báez logra una buena personificación de Noël Coward.
Con un buen vestuario y música acorde, el ámbito ofrecido por la Sala 3 del Teatro La Comedia -de absoluta proximidad con los actores, puesto que en rigor no se trata de un escenario teatral, sino del salón de una residencia de la época- resulta ideal para ambientar esta historia, pues potencia el efecto dramático al ponernos casi en contacto con los personajes. Germán A. Serain
Sábados a las 22.15
Teatro La Comedia
Rodríguez Peña 1062 – Cap.
(011) 4815-5665
lacomedia.com.ar
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