El Mozarteum Argentino se jugó. Después de años con presentaciones de orquestas, dúos, cuartetos y solistas instrumentales y vocales, traer un show de percusión que nada tiene que ver con la música clásica ni con compositor alguno de los habituales, era una apuesta riesgosa para un público acostumbrado a abonos tradicionales. Sin embargo quedó demostrado, por la calidad artística y la respuesta de los espectadores con sus aplausos y pedidos de bises, que bien podrán desde ahora incorporar a la programación otras variantes cuya única exigencia sea la notable calidad ofrecida.
Kodó trajo el enérgico y original sonido del taiko, tambor tradicional japonés, cuyas ilimitadas posibilidades conmueven al espectador. La gira que los trajo a nuestro país se llama Un solo mundo. Ofrecen obras del arte tradicional folklórico japonés inspiradas en el lema “Espíritu, Tambor y Danza”, de compositores contemporáneos y algunas creaciones propias con influencias del mundo que han recorrido durante esta gira, iniciada en 1988. Al explorar las ilimitadas posibilidades del taiko, Kodó forja nuevos rumbos para un arte vibrante.
En japonés, la palabra kodó tiene dos significados: el primero es el origen de todo ritmo – el latido del corazón – que representa el corazón de la madre sentido por el bebé en el útero; y segundo (según como se lee) la palabra puede significar “niños del tambor”, una reflexión del deseo de Kodó de tocar, simplemente, sus tambores, con el corazón de un niño.
Desde su debut en el Festival de Berlín (1981), el grupo de intérpretes que dedica la tercera parte de su tiempo a prepararse en la isla de Sado, ha ofrecido más de 2.900 representaciones en los cinco continentes. Dedica otro tercio del año a giras internacionales y otro a giras por Japón. Kodó se dedica primero a preservar y después a reinterpretar las artes tradicionales japonesas. De sus giras vuelven a la isla con un abanico de música del mundo y experiencias que influyen en sus interpretaciones y composiciones. Colaboran con artistas y compositores de todo el espectro musical y su falta de preconceptos produce impactantes fusiones y formas.
Su arte es conmovedor en varios aspectos. Visualmente, desde que se ingresa a la sala, la imagen de diferentes tambores realizados con materiales nobles y mucho tiempo de preparación, impresiona estéticamente. Esa estética llega también a la precisa iluminación y al vestuario de excelente gusto que transmite respeto por ancestrales tradiciones junto a una cuota de subyugante sensualidad, sobre todo en los coreográficos movimientos de sus intérpretes.
Todo es un deleite, desde los más sutiles y mínimos sonidos, donde parecería escucharse el vuelo de un insecto imperceptible, hasta los generados por los enormes taikos y otros instrumentos de percusión, combinados con voces que -aun sin entender lo que dicen- son capaces de hacer llegar un mensaje de paz, acompañadas por algún instrumento de viento o de cuerdas.
Se nota una disciplina de trabajo con años de ensayo, también una formación basada en lo circense, una educación atlética, un arte marcial, en definitiva una amalgama que respeta usanzas seculares pero es capaz de perforar la capa del siglo XXI para dejar boquiabierto y exultante a más de un espíritu sensible. Martin Wullich
Se dió el 4 de noviembre de 2008
Teatro Coliseo
M.T. de Alvear 1173 – Cap.
www.kodo.or.jp
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