Nació en Maracay, Venezuela, en 1991; desde hace varios años reside en Amsterdam, Holanda. Pero Javier Rameix no olvida sus raíces latinoamericanas; y su primer trabajo discográfico, Impressões, trata un poco de eso. Rameix dio sus primeros pasos en formación musical en su país, para luego continuar en el Conservatorio de Utrecht y en la Escuela Superior de Música Reina Sofía (Madrid). Como solista, tiene una amplia trayectoria, y ha sido premiado en varias oportunidades.
Impressões es un álbum que, por un lado, trae la obra de dos grandes de nuestra música latinoamericana, Alberto Ginastera (1916-1983) y Heitor Villa-Lobos (1887-1959), y rescata las de otros no tan conocidos. Por otro lado, es el espacio donde el pianista venezolano despliega no solo su talento, sino su sensibilidad para estas músicas que parecen estar siempre en segundo plano frente a las de otros monstruos de la música. Como bien dice Rameix, “el repertorio latinoamericano es, en este momento, lo mejor para aportar al mundo musical. Schumann, Beethoven y todos los grandes ya tienen a famosísimos maestros que los han interpretado”.
El álbum intercala dos obras de Ginastera con dos de Villa-Lobos, y para el final ha dejado tres obras de tres compositores venezolanos: Moisés Moleiro, Evencio Castellanos y Heráclio Fernández. En primer lugar, de Ginastera, Rameix interpreta la Sonata para piano No. 1 Op. 22, y luego las Danzas argentinas Op. 2. La Sonata es una obra que se inscribe en la segunda etapa del compositor, mientras que las Danzas corresponden al período primero, conocido como “nacionalismo objetivo”. De todos modos, en ambas obras se traslucen los colores y aromas de nuestro folklore, perfectamente percibidos por Rameix en su ejecución.
De Villa-Lobos, el álbum trae las Bachianas Brasileiras, compuestas entre 1930 y 1945, ya regresado el compositor al Brasil después de un viaje a París que le permitió conocer la música en boga en ese entonces y poder fusionarla con la música popular. Rameix interpreta con gran maestría esta obra, y es de destacar el Preludio, donde el pianista maneja de manera sublime esa magnífica combinación de folclore brasileño con los destellos de Bach. También es interesante el tratamiento que hace al último movimiento, Danças (Miudinho), donde se trasluce el ritmo de la samba. El segmento Villa-Lobos cierra con Ciclo brasileiro, compuesto entre 1936 y 1937.
El folclore venezolano no podía estar ausente, y Rameix le hace honor. De Moisés Moleiro (1937-2002), Joropo, la danza nacional de Venezuela, en que el pianista mostró gran virtuosismo; de Evencio Castellanos (1916-1984), Mañanita caraqueña, breve pero sugerente pieza que evoca en el inicio y en el final las campanadas de una iglesia y, en el medio, un ritmo más ágil y festivo. Por último, de Heráclio Fernández (1851-1886), El diablo suelto, otra breve pieza, un vals de tono bien alegre compuesto hacia 1878. Son tres hermosas piezas que vale la pena conocer, como también lo es conocer más a fondo la obra de nuestros músicos latinoamericanos que han aportado tanto a nuestra cultura y que, salvo algunas honrosas excepciones, parecen estar condenados a padecer injustamente el polvo del olvido. Resulta gratificante que, como Javier Rameix, los artistas latinoamericanos que han emigrado en busca de otros horizontes pongan en valor estas bellas músicas, tan nuestras. Viviana Aubele
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Sitio Web Javier Rameix
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