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La última novela de Arturo Pérez-Reverte transcurre en el revuelto final del siglo XVIII, y está escrita como si de aquella época extrajéramos el valor y la solvencia encerrados en la palabra: la palabra de hombre de bien y la palabra impresa. Basada en hechos reales, Hombres buenos narra la travesía de dos miembros de la Real Academia Española comisionados para adquirir en la ciudad de París un ejemplar de la Encyclopédie, compendio de veintiocho volúmenes editados bajo la dirección de Denis Diderot y Jean le Rond d’Alembert.
L’Encyclopédie era considerada la más brillante realización del intelecto humano, una compilación de conocimientos que abarcaba la filosofía, la ciencia, el arte y todo lo conocido y por descubrir. Constituía en sí misma una rareza de la que se esperaba que trajera la iluminación a los hombres y la felicidad a los pueblos, guiando su progreso. Claro que todas estas cualidades eran una amenaza para el poder de la monarquía y de la Iglesia que mantenían a España en un marcado retraso con respecto a las demás naciones de Europa. Preocupados por la propagación de la ordinariez hasta dentro de la nobleza y la gente de forma, los miembros de la RAE calcularon en una asamblea que con poner a disposición esta descomunal compilación de saberes se ayudaría a cultivar más virtudes en el pueblo, prestigiando la libertad y protegiendo la inocencia…
El viaje de los dos académicos se perfila así, como una cruzada imbuída de nobles objetivos, aunque cabe aclarar que la tal Encyclopédie era una obra prohibida por la Iglesia. Este factor hace que surjan no pocos obstáculos que tratarán de impedir el cometido de este magno plan. Entre los dos personajes -un bibliotecario y un brigadier retirado de la Armada- componen un contrapunto vibrante por sus diferencias acerca del papel de la Iglesia y la idiosincrasia española, pero también por la espontánea amistad y leal cooperación que surge entre ellos durante el viaje.
Como contraparte, entre otros dos miembros de la Real Academia -que han quedado en Madrid- se establece una alianza táctica para boicotear la adquisición y posterior traslado de L’Encyclopédie. Compartiendo intereses comunes aunque opuestos, entre ambos financian a un sicario, quien se compromete –a cambio de una interesante suma de dinero- a hacer fracasar la expedición.
Pérez-Reverte maneja con maestría los detalles que circunscriben la historia a la época en cuestión, para lo cual se ha documentado convenientemente, y expone estas investigaciones en unas brechas que interrumpen el relato para desplegar sus propias aventuras como autor en busca de los registros más veraces posibles (aunque no necesariamente se trate de él en verdad; es un personaje más de la novela que va contando el making of de la gran novela).
La prosa de Pérez-Reverte es un placer y se destaca a todas luces de la carencia y simplicidad contemporánea a la que estamos habituados como lectores. Con encendidos discursos mueve a sus personajes para dejar claro que: “Solo hay algo a lo que los hombres con cargos públicos, del rey al ministro, temen más que la educación de sus súbditos: la pluma de los buenos escritores. La conciencia de los poderosos se retuerce cada vez que uno de estos héroes del pueblo denuncia lo que esos infames no se avergüenzan de perpetrar”.
En definitiva, Hombres Buenos ofrece una lectura para regocijarse con el ambiente libertino de París en aquellos años prerrevolucionarios, la caída de muchos prejuicios y la defensa a toda costa del honor y otros principios, amenazados por un poder que –aunque han transcurrido más de dos siglos desde entonces- no ha dejado de tomar nuevas formas y sigue declarando la guerra a la libertad de expresión. Silvia Bonetti
Hombres buenos
Arturo Pérez-Reverte
Alfaguara
582 páginas
Arturo Pérez-Reverte (Cartagena, España, 1951) fue reportero de guerra durante veintiún años. Ha publicado hasta el momento veintidós novelas y varias colecciones de artículos. Muchas de sus novelas han sido llevadas al cine y la televisión. Hoy comparte su vida entre la literatura, el mar y la navegación. Es miembro de la Real Academia Española desde 2003. Es un defensor acérrimo de los animales.
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