Volvía en mi auto de una reunión, cuando la radio me sorprendió con la noticia de la muerte de Hermenegildo “Menchi” Sábat. Mi cerebro volvió atrás con los más gratos recuerdos. Estuve junto a él 16 años de mi vida, en el período de la adolescencia a la adultez, levantandome los sábados a las 7 de la mañana para tomarme el colectivo 86, que me dejaba a dos cuadras de su taller en San Telmo.
Recordé claramente el primer día. Llegué con miedo, le mostré la cantidad de dibujos que había hecho y sólo me dijo “siéntese acá”. Era un claro sí. Sentí que había entrado con el grande. Cada uno sentado en su escritorio. No se podía hablar. Él estaba con un guardapolvo azul con rastros de colores de alguna obra que nosotros no veíamos. Ponía música en vinilos, clásica, jazz, y siempre Piazzolla. Creo que era una forma de decir no se habla, se disfruta de la pintura y de la buena música, y él era el DJ de cada fiesta.
Lo primero que me dijo fue que tenía que hacer una copia de una obra de Goya que me puso en un pequeño atril. Yo solo tenía un lápiz negro 2B, una hoja blanca buena -y cara- y una goma. Tardé toda la clase. Cuando le dije al maestro ¿que le parece?, solamente respondió: “se apuró, deme la goma”.
Al otro sábado volví con la misma obra. Estuve cuatro sábados con la misma pequeña obra de Goya hasta que me dijo que estaba bien, la goma nunca volvió. Yo solo quería acuarela y color. Pero tuve que tener y tenerle paciencia. Tarde 14 años para que me dijera: “Deje que el agua dibuje”. Era un hombre de no muchas palabras pero con mucho para decir.
Cuando no pude pagar más el curso, le ofrecí repartir durante la semana la revista Sección Áurea a cambio del curso. Entonces me iba los sábados a la tarde con una mochila cargada de revistas. Siempre se lo agradecí.
Cuando escuché que hoy se puso las alitas -como él las ilustraba-, recordé que el agua dibuja, que fue una gran persona, un gran Dj, y el mejor maestro que tuve. Mariano Augugliaro
Comentarios