La Gala de Ballet del Colón fue una fiesta, tal como estaba previsto. Grandes figuras de la danza de todo el mundo, reunidas en un mismo escenario: artistas del Royal Ballet de Londres, del Ballet de Hamburgo, del Ballet Nacional de Holanda, del Alvin Ailey American Dance Theater y del Teatro Municipal de Rio de Janeiro, junto al Ballet Estable local, dirigido por Lidia Segni.
La primera parte, dedicada a los visitantes, se estructuró como una suerte de secuencia de microhistorias danzadas. Todos los desempeños estuvieron a la altura del renombre de las compañías invitadas, aunque descollaron algunas figuras. Una de las participaciones más destacables fue la de Valentino Zucchetti, del Royal Ballet, quien demostró, en una extraordinaria performance, cómo la danza puede combinarse con la teatralidad del arte del mimo, en una coreografía de Leonid Jacobson sobre música de Gennadi Banchikov.
Otro aporte destacable de esta Gala de Ballet fue la utilización de elementos audiovisuales: durante el número titulado Precipitación -coreografía de Eric Frédéric sobre música de Philip Glass-, además de la interpretación realizada por los cariocas Marcia Jaqueline Araujo y Moacir Emanoel, se destacó el uso de una enorme pantalla de video como telón de fondo, que sumó imágenes al magnífico contexto aportado por el minimalismo como marco para la danza.
Los nueve números internacionales fueron destacables, pero el plato fuerte estaba reservado para la segunda parte, con el cuerpo de baile local: cinco parejas bailaron una coreografía ideada por Vicente Nebrada, titulada Nuestros valses, con música de Teresa Carreño, interpretada en vivo por el talentoso Iván Rutkauskas, desde un piano de cola sobre el escenario, combinando así la danza con un recital pianístico. Llamó la atención que Rutkauskas encimara el comienzo de cada uno de los valses con los aplausos del público, en lugar de aguardar que se hiciese silencio. Fuera de este detalle, la participación del pianista fue sin duda uno de los pilares de esta gala, al punto de llevarnos a lamentar que en la primera parte se utilizaran cintas de audio para acompañar la danza, algo inadecuado para una sala de la calidad y el renombre del Colón. Más allá de las cuestiones organizativas, hubiera sido ideal que la música se interpretara en vivo, con el piano o algún grupo de cámara.
Finalmente, un detalle no menor: el programa de mano entregado, generoso en otros sentidos, no se detiene a informar el nombre de las músicas danzadas en cada caso. Una pena, siendo que no todas las piezas pertenecían al repertorio más frecuentado o conocido. Germán A. Serain
Fue el 16 de agosto de 2014
Teatro Colón
Libertad 651 – Cap.
(011) 4378-7109
Comentarios