En un claro juego de teatro dentro del teatro, Ciro Zorzoli sorprende y entretiene con esta pieza que incluye escenas de Hedda Gabler del escritor noruego Henrik Ibsen. Desde que se entra a la sala, como si fuera un ensayo, algunos de los artistas están ya en escena. Uno de ellos repite el nombre de la obra, con distintos tonos y poniendo especial énfasis para pronunciarlo correctamente. Esperan al resto del elenco. Una de las actrices deberá prepararse para suplir el rol de Hedda. Es una estrella reconocida. Pero será vituperada como si fuese una empleada del arte. Encargados de sonido, iluminación, escenografía y asistentes parecen trabajar sin pasión, como cumpliendo horario. Y claro, es una dependencia pública.
El disparatado punto de partida tiñe el clima de humor, no exento de causticidad, que reinará durante el ensayo. La mujer que personifica a Hedda está tan sobrepasada por la realidad como su personaje, aunque los motivos son distintos. Pero esto no la ayuda, como tampoco sus compañeros. El estado de ira del título comienza a apoderarse de todos.
Es indudable que quienes más disfrutarán el planteo serán quienes directa o indirectamente pertenezcan al mundo del teatro, a quienes son responsables de la creación de una ilusión ante un público que desconoce por completo lo que pasa internamente, antes, durante y después de lo que se ve en el escenario. Es observar ese misterio insondable que es único e irrepetible en cada función. Es la magia de la comunicación entre los asistentes al teatro y los artistas, con sus individuales pasiones, virtudes y defectos.
Es esa misma magia la que genera Zorzoli al enfrentar a su juguetón, virtuoso y parejo elenco con el público que recibe esta variante farsesca, inteligente y crítica. Desde el rol más escondido hasta el más protagónico –Paola Barrientos-, están cubiertos convincentemente. Por eso divierten con franca sutileza, en impecables actuaciones.
La escenografía, con las puertas que por un segundo son colocadas en el sitio que corresponde para ser empujadas a renglón seguido al rincón de los trastos, la visión de las bambalinas y el trasfondo, los bancos, la estufa de kerosene, los cocodrilos, las maquinarias, junto al precioso vestuario, son responsabilidad de Oría Puppo. En tanto, Eli Sirlin pone la luz ajustadamente a cada escena y hasta en la platea, que disfruta este juego como lo debe disfrutar el actor que lo crea. Y el espectador que le cree. Martin Wullich
Estado de ira
se dio hasta fin 2015
Teatro Metropolitan
Av. Corrientes 1342
(011) 5277-0500
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