Texturas triangulares de luz verde flotando en el escenario aparecen contrastando con el esplendor veneciano del título. Así empezó el concierto ingeniosamente pergeñado y dirigido con prestancia por Patricia Pouchulu, inspirado en Venecia y su esplendor a finales del siglo XVII, principios del XVIII. Con una energía envidiable -y un gran amor por la música- Pouchulu sorprende cada año con sus ocurrencias y variables escénicas pensadas para acompañar un repertorio de todas las épocas y estilos. Ese tesón también lo ha llevado a ciclos íntimos como el del Sofitel, donde pasan notables intérpretes locales y extranjeros.
En este caso, el centro del espectáculo fue el repertorio musical, pero los intérpretes y bailarines ordenados en la puesta en escena de Lizzie Waisse, coreografía de Margarita Fernández, vestuario con aditamentos propios de la época, a cargo de Sergio Pelacani; e iluminación diseñada por Luis Pereiro y Alfredo Morelli, hicieron del conformado una fusión interesante de varias artes.
Se destacaron, por su personalidad y proyección, Soledad de la Rosa (soprano) en Armatae, face et anguibus, de Antonio Vivaldi; y Damián Ramírez (contratenor) en Lascia ch´io pianga, de Georg Friedrich Händel. La presencia de instrumentos antiguos aportó, además, timbres y texturas que le dieron realismo a la intención de evocar la vida y obra veneciana. Fue el caso de Miguel de Olaso en el archilaúd, Dolores Costoyas en tiorba, Giorgio Revelli en clave, y Hernán Cuadrado en viola da gamba.
En general se sintió un ánimo festivo por parte del público. Hubo, sin embargo, interrupciones entre los movimientos de todas las obras. El exceso de aplausos quebró el ritmo e interfirió el silencio. Silencio necesario para que la ilusión de trasladarse e imaginar el espíritu de otra latitud, en otra época, no resultara impostada. Silencio indispensable si se trata de apreciar la sutileza. Natalia Mejía
Fue el 25 de noviembre de 2015
Teatro Avenida
Av. de Mayo 1222 – Cap.
(11) 4381-0662
www.labellamusica.org
Comentarios