Escombros de un vampiro sideral – Vera Cirkovic – Grabado en Estudio 0618 (2019 – 2020) – Grabación: Fernando Richard, Murci Bouscayrol y Matías Dante – Arreglos y Dirección: Pedro Giorlandini
¿Qué tenían en común Arthur Rimbaud, Paul Verlaine, Charles Baudelaire y Leo Ferré? De estos cuatro artistas, solo el último no murió en plena juventud. Pero, en algún punto de su niñez todos fueron, en mayor o menor medida, infelices. El padre de Rimbaud fue un padre ausente; su madre, sobreprotectora. El padre de Paul Verlaine era frío y autoritario, aunque su madre era muy afectuosa con su hijo. El padre de Baudelaire murió cuando su hijo era pequeño; cuando al año siguiente su madre volvió a contraer enlace, Baudelaire no pudo evitar sentir que ella volcaba todo su afecto en el nuevo marido. Ferré fue pupilo en un colegio religioso de estricta disciplina durante ocho largos y aburridos años; y pese a que él mostró inclinación musical desde temprano, su padre no le permitió estudiar en el conservatorio.
Es lógico suponer que estas historias van a incidir dramáticamente en la vida y la poesía de los tres primeros, y en la vida y la música del último. Rimbaud, Verlaine y Baudelaire son parte de lo que la literatura dio en llamar los poètes maudits, los “poetas malditos”, término acuñado a principios del siglo XIX: poetas al margen de la sociedad, de las buenas costumbres y de la moral, y que lógicamente, iban también a dejar las normas de la poesía hasta entonces conocidas en meros escombros.
Leo Ferré, por su parte, dedicó parte de su obra musical a estos tres poetas. Se lo considera, como a Edith Piaf, una de las figuras más emblemáticas de la música francesa. Pero es también un artista difícil de apreciar: su música exhibe una inquietante mezcla de sublime poesía con algo de desolación y también ruptura con lo conocido. Y Vera Cirkovic, mezzosoprano franco-yugoslava que reside en nuestro país desde hace varios años, llevó ese concepto a su nuevo álbum, Escombros de un vampiro sideral.
Cirkovic tiene el timbre de voz y la sólida expresividad ideales para dar un giro extra a los poemas de Rimbaud, Verlaine y Baudelaire. Con gran destreza, los arreglos se aproximan a lo moderno, pero sin alterar el espíritu de lo que Ferré seguramente quiso para sus composiciones, y mantienen además la cualidad rítmica de los poemas originales. En Escombros de un vampiro sideral se rezuman búsquedas varias y en paralelo: la de los artistas involucrados, y la de los oyentes. Y también, donde la belleza puede encontrarse incluso en el dolor y la desolación.
Misteriosos, espeluznantes y oscuros pero sin abrumar, los poemas a los que Vera Cirkovic les pone su voz, nos llevan a un mundo que no admite convencionalismos ni rigideces. Hubiera sido muy útil que en la cartilla del disco se incluyera la letra traducida al español o, idealmente, la letra en francés y su traducción al español. Permítasenos también señalar que sería interesante saber el nombre del traductor de estas versiones.
El álbum comienza con Les poètes de septs ans, el único poema de Rimbaud en el álbum, un preludio con mágica y agobiante fuerza. El tono más sereno y melancólico lo dan La servante au grand coeur, poema de Baudelaire, y Mon rêve familier, de Verlaine. La soprano francesa Malia Bendi Merad es la voz adicional para Les metamorphoses du vampire, mezcla de reverberaciones árabes, canto e impecable declamación por parte de Cirkovic.
Estos son tan solo algunos ejemplos de una selección de poemas musicalizados por Ferré (excepto L’invitation au voyage de Baudelaire, musicalizado por Henri Duparc) que tentarán por igual al melómano maduro y al lector que aún tiene cierta renuencia para abordar el género poético. Escombros de un vampiro sideral es la ocasión ideal para un acercamiento a la tan temida poesía y a los no menos temibles “poetas malditos”. Viviana Aubele
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