Hubo un tiempo en el cual se discutió hasta el cansancio, febril y acaso inútilmente, si la música de Astor Piazzolla era o no tango. Después, cuando Piazzolla pisó el escenario del Teatro Colón, la discusión, igualmente acalorada, fue si la música del bandoneonista podía ser considerada o no música clásica. Después estos debates se calmaron un poco, tal vez por agotamiento, o porque la cuestión dejó de parecer interesante, o porque algo maduró en el sentido musical de los argentinos. Ojalá esta última haya sido la causa. Pero la historia bien podría haber continuado con un planteo acerca de si resultaba razonable que la música compuesta por Piazzolla fuese asimilada al jazz. O al rock. O llevando ya las cosas al extremo, a esa vertiente particular conocida como rock metálico.
En lo que respecta al jazz, dicha alternativa estaría muy bien avalada por Daniel “Pipi” Piazzolla -nieto de Astor-, baterista y fundador de Escalandrum, una de las formaciones más destacadas del panorama jazzístico nacional, no sólo por su calidad musical, sino además por su trayectoria, que ya lleva 15 años de historia, más de media docena de discos editados y un premio Grammy Latino. El sexteto lo completan Nicolás Guerschberg en el piano y los arreglos musicales, Damián Fogiel en saxo tenor, Gustavo Musso en saxos alto y soprano, Martín Pantyer en saxo barítono y clarinete bajo, y Mariano Sivori en contrabajo.
¿Y qué pasa si un día un guitarrista, cultor del heavy metal, dice que también él quiere tocar Piazzolla? ¿Y para hacerlo se pone en contacto con Escalandrum, y les propone hacer una juntada, nada más por darse el gusto y ver qué sale? Esto fue lo que sucedió con Marty Friedman, uno de los integrantes históricos del grupo Megadeth, cuya música poco y nada tiene que ver con el jazz ni con el tango. Y Pipi Piazzolla, decidido a demostrar que la música de su abuelo se ubica más allá de cualquier categoría, aceptó encantado el desafío. Se hicieron arreglos, se cruzaron mails y llamados, se conocieron durante el ensayo un martes, y dos días más tarde tocaron juntos, en el espacio ofrecido por la Usina del Arte, en el barrio de La Boca, con entrada gratuita y ante un público de lo más variopinto. Estaban los que iban a escuchar y a ver al guitarrista, otros eran seguidores del sexteto, y otros más fueron a ver de qué se trataba esa extraña mezcla de tango, jazz y rock metálico. Por extraño que parezca, nadie salió decepcionado.
De Escalandrum es poco lo que pueda decirse que no se haya dicho ya. Lo infrecuente de ser un grupo de jazz estable con más de quince años de trayectoria se nota en la solidez de la música, en la comunicación de sus integrantes, en las exploraciones sobre los matices del sonido. De Friedman, hay que reconocer que es un gran guitarrista. Aunque nos tienta mucho decir también (y ciertamente lo diremos) que el virtuosismo no tiene por qué estar reñido con la sobriedad. En otras palabras, que para ser un virtuoso de la guitarra no es indispensable lucir una cabellera salvaje, cuidadosamente descuidada, ni sostener todo el tiempo poses de rockstar, ni poner cara de estar teniendo un orgasmo cuando se toca un solo, cuestiones todas estas muy propias de la escena metálica, pero tal vez innecesarias en el contexto de este recital. Fuera de estos detalles, Friedman mostró su talento sin dejarse arrastrar por la tentación de sobresalir más de la cuenta, y ensambló correctamente con el grupo.
Escalandrum tocó un par de temas en formación de sexteto, y Marty Friedman también hizo un tema suyo en solitario. Que recurriese a una pista grabada de batería resultó algo extraño, más adecuado para un músico que toca en la calle Florida, pero luego hubo un segundo tema propio, ya sobre el cierre del recital, que hizo acompañado por Guerschberg, Piazzolla y Sívori. Los puntos más altos de la noche fueron Oblivion, Libertango y una sensacional versión de Adiós Nonino, con una impecable introducción al piano y la melodía desgarrada por la guitarra eléctrica, bella como siempre, metálica como nunca antes. Piazzolla, desde el cielo, seguramente se mataba de risa. Germán A. Serain
Escalandrum + Marty Friedman
Fue el 9 de abril de 2015
Usina del Arte
Agustín Caffarena 1 – Cap.
usinadelarte.org
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