El Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín, dirigido por Mauricio Wainrot, es una de las mejores compañías de danza de Latinoamérica, y garantiza resultados artísticos siempre magistrales. En esta ocasión, el espectáculo ofrece un programa integrado por tres coreografías, debidas, respectivamente, a las argentinas Roxana Grinstein (En cero), Ana María Stekelman (Bolero) y el español Yoshua Cienfuegos (Claustrofobia). Durante la primera media hora, las luces y las sombras serán protagonistas -además de los cuerpos- de En cero, la propuesta de Grinstein, musicalizada por Martín Ferrés a partir de fragmentos del Trío con piano Op. 50 de Tchaikovsky.
Tal como señala su autora, en la coreografía En cero -que el Ballet Contemporáneo ya había presentado en 2005- sobrevuela la idea de la ausencia. A través de una serie de vínculos extraños, inexplicables pero al mismo tiempo significativos, los cuerpos se relacionan en una historia que nos habla de soledades y también de ese otro que tiene una presencia tangible, pero también un sentido no siempre evidente, que sin embargo es imposible ignorar. Excepto tal vez –esto suele sucedernos a todos, finalmente – cuando estamos perdidos.
El segundo trabajo, a cargo de Stekelman, estrenado por la compañía Tangokinesis en 2004, retoma una música innumerables veces coreografiada: el famoso Bolero de Maurice Ravel, una obra que de hecho nació concebida para la danza, a partir de un encargo de la bailarina rusa Ida Rubinstein, quien deseaba para su compañía un ballet de carácter español. Por supuesto, en este punto uno no puede dejar de pensar en aquella creación de Maurice Béjart que Jorge Donn bailaba sobre el final del film Los unos y los otros. La referencia resulta inevitable y, acaso para diferenciarse, Stekelman recurre aquí a otros elementos, en una propuesta de fusión que tiene mucho de tango à la française y de malambo.
Tal vez por efecto de la música, esta parte fue la más aplaudida del programa, pese a lo cual a quien esto escribe la performance le pareció por momentos la menos inspirada del tríptico ofrecido, sobre todo en sus instancias iniciales. Como notas originales, cabe mencionar la participación de los bailarines en la música mediante su zapateo, y el hecho de que la coreografía, contrario a lo que cabría esperar, no termine en un cuadro grupal, sino con un único bailarín sobre el escenario.
Finalmente, Yoshua Cienfuegos fue el encargado de cerrar el programa con Claustrofobia, una suite de veinticinco minutos de duración, cargada de notas provocativas: la puesta lumínica, el escenario completamente abierto, dejando a la vista del público el backstage y los laterales que habitualmente permanecen ocultos. Una bailarina comienza su desempeño cuando la música creada por Rut Quilmes y Ximo Arias aun no ha comenzado, mientras aparecen la desnudez progresiva, los intercambios constantes que se dan entre los solistas, mezclándose a la vez todo el tiempo con el grupo, de un modo que por momentos parece caótico, pero que definitivamente no lo es. Cienfuegos explica que su creación tiene el propósito de expresar la necesidad de dominar la angustia, la duda, la turbación, a través de una búsqueda, un cambio, la idea de un compromiso que nos permita enfrentarnos a nuestros miedos.
Este tríptico del Ballet Contemporáneo merece ser visto. Cabe mencionar especialmente el buen trabajo de iluminación de Eli Sirlin en las tres piezas, así como los vestuarios ideados -para las dos primeras- por Marta Albertinazzi y Renata Schussheim. El espectáculo, en su conjunto, nos recuerda del mejor modo que el cuerpo humano es un maravilloso instrumento capaz de expresar poesía. Germán A. Serain
Se dio hasta el 3 de agosto 2014
Teatro San Martín
Av. Corrientes 1530 – Cap.
0800-333-5254
Comentarios