El juego de las transformaciones se hace presente en este espectáculo de Teresa Duggan, cuyo ejemplo más sorprendente proviene de la mismísima naturaleza y es lo que titula la subyugante pieza. La misteriosa metamorfosis que modifica incluso su nombre hasta llegar al bellísimo estado de la mariposa, se refleja en la creatividad propuesta con grandes contrastes. Desde el inicio, la aparición abstracta sumergida en el escenario, a la manera de un huevo, atrapa por lo inusual y abstracto. La luz y la música cooperan en la creación del clima, mientras los taikos tocados enérgicamente marcan el impulso de la vida, el latido del corazón, las hormonas en ebullición.
Las larvas aparecen sutilmente y se transforman en crisálidas. Es la vida misma que cumple su ciclo, y llega el estado adulto, ese imago cuya misma denominación genera ilusorias imágenes de un mundo desconocido que es curioso descubrir. El elenco todo se sustancia en la idea. Las atractivas coreografías responden al relato. Un árbol se dibuja en el infinito con simples papeles engomados. De pronto los personajes quedan encerrados en sus propias y coloridas secreciones, generadas con movimientos de hilos por doquier. Hay inventiva, hay esfuerzo, hay energía, hay encanto.
En una muestra de gran belleza -que no por ello deja de reflejar sufrimientos y avatares del alma humana-, siempre hay una propuesta de puente hacia otro lugar, otro ser, otro estado. Es también la unión entre Oriente y Occidente. Por eso es vital cruzarlo, sin importar cuan efímero o eterno sea, como un vínculo que conecta los elementos sensibles en aras de un resultado gozoso. Quizás, como dice la célebre melodía de Puccini que cierra el espectáculo, un bel dí vedremo. Martin Wullich
Se dio hasta mayo 2013
Teatro BAC
Suipacha 1333 – Cap.
(011) 4393-6941
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