EL MOTEL DEL VOYEUR, de Gay Talese

Intimidad, divino tesoro

Antes de comentar El motel del voyeur, es importante saber que una ilimitada curiosidad acerca de la gente comportándose en la intimidad fue lo que unió al periodista Gay Talese con Gerald Foss. Faltaban pocos meses, a fines de 1980, para que Talese publicara su libro La mujer de tu prójimo, un trabajo de investigación sobre la conducta sexual del americano medio, relevado mientras regentaba salones de masajes en Nueva York, se mezclaba con gente que practicaba el intercambio de pareja en una comunidad nudista al sur de California, y también estudiaba el negocio del sexo en poblaciones grandes y pequeñas a lo largo del país. Claro que siempre lo hizo con el consentimiento de la gente a la que observaba o de aquellos con quien hablaba de sus prácticas reservadas a la privacidad.

La publicación de un anticipo del libro antes del lanzamiento, inspiró a Gerald Foss –un ciudadano común residente en las cercanías de Denver, Colorado- a enviarle por carta a Gay Talese el ofrecimiento de un material recabado por él mismo mientras era propietario de un motel al que había provisto de una plataforma escondida en el altillo, desde la cual podía observar la conducta de los pasajeros en su habitación. Nunca lo habían descubierto y él había tomado el hábito de escribir en un Diario de Voyeur las experiencias que le resultaban dignas de quedar asentadas.

Talese no era un escritor de ficción, todo lo que escribía estaba documentado en hechos reales, de modo que la única forma de que dispusiera de este material para publicarlo sería revelando los nombres y lugares reales. Pasaron décadas hasta que Gerald Foss aceptó el trato de develar la identidad. Mientras tanto, iba enviando por partes El diario de un Voyeur, profuso en historias variopintas y reflexiones personales.

“El voyeur se siente fuerte y valiente en el laboratorio de observación, pero no se siente dominante en ningún otro lado…”. Es una especie de explorador de aguas desconocidas, “lo que la mayoría de las personas temen o rechazan en sí mismas. Los tabúes. Los secretos. Los diablos y demonios. Lo sexualmente desconocido. La curiosidad. Hay que delegar en alguien la responsabilidad de enfrentarse a esas existencias tangibles y explicárselas a los demás. He ahí la esencia intrínseca del voyeur”.

De esto trata el El motel del voyeur, de testimonios que van desde la encantadora pareja de maestras lesbianas de Vallejo, California, a la pareja casada de Colorado en la cama con un joven semental que trabajaba en su empresa de aspiradoras, la hermosa mujer del vibrador de Misisipi que durante un tiempo fue camarera del motel; la desconcertante candidata a Miss Estados Unidos procedente de Oakland, que durmió en la habitación 5 con su marido durante dos semanas sin practicar sexo ni una sola vez; la madre de barrio residencial que disfrutaba de lujuriosos encuentros vespertinos con un médico antes de volver a su casa para cenar con sus dos hijos pequeños y su apuesto marido; y aquel matrimonio feliz y ardiente de Wichita, Kansas, de los que escribió en su diario: “Ojalá se hubieran quedado más tiempo”.

Aunque Talese se identifica con la curiosidad y el interés sociológico de Foss, que sabe ver el despertar de una revolución sexual durante las décadas de los años 70 y 80, y una mayor desinhibición en los encuentros -incluso interraciales-, al final del libro desliza que ha dudado en ocasiones de su fiabilidad, al detectar incoherencias –sobre todo en cuestión de fechas- mientras escarba en las historias.

Fue en 2013 cuando volvieron a encontrarse para sellar personalmente el acuerdo por la publicación del Diario del Voyeur. Foss está envejecido y “retirado” de su hábito predilecto, la expectación de la escena sexual, pero aun sigue enamorado de su trabajo investigativo y lo considera una revelación, limitada por los reveses éticos y morales que surgen de los métodos empleados para relevar los hechos.

Mientras almuerzan en un hotel donde se aloja Talese, Foss señala las cámaras que invaden todos los lugares públicos. Han pasado treinta años desde que abriera el motel Manor House, y “ahora las vidas privadas de los personajes públicos se exponen casi a diario en los medios de comunicación, e incluso el director de la CIA, el general David Petraeus, es incapaz de mantener su vida sexual secreta fuera de los titulares. Los medios de comunicación son los mirones de la actualidad, y el mayor mirón de todos es el gobierno de los Estados Unidos, que controla nuestras vidas cotidianas a través del uso de cámaras de seguridad, internet, nuestras tarjetas de crédito, nuestras cuentas bancarias, nuestros teléfonos móviles, nuestros i-Phones, la información del GPS, nuestros billetes de avión, las escuchas telefónicas y todo lo demás”.

Tal como Foss lo expone en su carta de presentación, éste es el relato de todas la em0ciones humanas, con toda su tragedia y humor, estudiado de primera mano, el mejor sexo entre parejas, espontáneo, no de laboratorio, y en ello radica su valor porque ofrece estas perlas para aquellos investigadores del sexo o simples curiosos. “Somos los iletrados del amor”, dice Ingmar Bergman en su film Escenas de la vida conyugal, y cabría agregar que bastante iletrados también en la arena del sexo entre humanos. Silvia Bonetti

El motel del voyeur
Gay Talese
Alfaguara

232 páginas

El voyeur que compru00f3 un hotel para espiar a sus huu00e9spedes

Gay Talese (Nueva Jersey, 1932) fue periodista en The New York Times, y colaborador en The New Yorker, Time, Harper’s Magazine y Esquire. Junto con Tom Wolfe se lo considera el padre del Nuevo Periodismo. Es autor de Retratos y encuentros; El silencio del héroe; y Honrarás a tu padre, desbordante informe sobre la mafia, que inspiró a la serie Los Soprano.

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