El año de Ricardo – Actúan: Magdalena Huberman, Horacio Marassi, Alejandro Vizzotti – Voz en off: Maya Stolkiner – Iluminación: Julio López – Vestuario: Gabriella Gerdelics – Espacio: Magali Acha – Música: Rafael Sucheras – Coreografía: Magdalena Huberman – Autoría: Angélica Liddell – Dirección: Mariano Stolkiner
El año de Ricardo hace una verdadera fiesta del contrapunto entre lo trágico y lo cómico. Los contrastes que presenta llevan al espectador por un recorrido emocional de sumo vértigo. Y no solo de emociones se compone este discurso: estamos ante reflexiones que desnudan la naturaleza de todo poder. El texto de la dramaturga española Angélica Liddell está basado en Ricardo III de William Shakespeare, en versión libre.
La obra aborda diversos temas: el abuso (físico y emocional, individual y colectivo), las semejanzas y diferencias entre fascismo y populismo, la corrupción y la decadencia moral. Es un retrato en primer plano, más que descarnado, de un ser autoritario y manipulador no muy lejos de muchas figuras públicas que nos rodean. El personaje del muñeco (Alejandro Vizzotti en el traje de un oso gigante de peluche) refuerza el carácter grotesco y caricaturesco de esta pieza.
El espectador lo ve a Ricardo (destacable actuación de Horacio Marassi) en sus discursos públicos, pero también puede escuchar sus pensamientos cuando habla en privado. Una cosa es lo que vende y otra cosa es lo que piensa. No se mata por ideología -esta no existe-, se mata por el placer que provoca matar. Los intereses económicos se presentan como el único fin que mueve a la política. Las masas son fácilmente manipulables.
El elemento de la cantante pop en escena (atinada interpretación de Magdalena Huberman) es otro guiño que se inserta con eficacia en el relato. La música pop mueve multitudes, igual que los líderes, sean buenos o nefastos. Se canta sin pensar, repitiendo frases como si fueran eslóganes. Pensemos en los grandes recitales: los fans enloquecidos, llorando, con la piel de gallina; se adora al cantante pop como si fuera un dios. Lo mismo que pasa con los líderes políticos.
Ricardo nos muestra su otra faceta cuando revela su adicción al litio y sus ganas de morir. Lo vemos inyectándose, lo vemos fuera de sí, podemos pensar que su conducta refleja una bipolaridad: eufórico o depresivo, destruye a los demás o se destruye a sí mismo. Una canción pregunta dónde está el amor, mientras vemos imágenes que nos hablan de una humanidad fuertemente violenta. El recurso de la ironía es empleado con ingenio: las imágenes contradicen las letras de la música popular.
La puesta en escena recurre a filmaciones que enriquecen el relato, como un video game, escenas en una quinta, imágenes del horror o simplemente gestos que muestran la naturaleza de este dictador. Ya no se necesitan golpes para dominar: muchas veces esta clase de personajes llegan al poder por la vía democrática.
Estamos ante un teatro de ideas, si bien El año de Ricardo no se queda solamente en lo verbal; recurre a las imágenes y al sonido como aliados para demostrar su hipótesis. La excelente puesta y dirección de Mariano Stolkiner plantea un desafío para el espectador, quien tendrá que entregarse a la experiencia de sumergirse en distintos lenguajes. Se plasma a la perfección ese espíritu fuertemente contemporáneo y crítico de la obra de Angélica Liddell. Milly Vázquez
Se dio hasta fin de enero 2021
Teatro El Extranjero
Valentín Gómez 3380 – Cap.
Entradas: teatroelextranjero.com
o alternativatetral.com