Dolor exquisito – Actriz: Maricel Alvarez – Actuación en video: Guillermo Arengo, Blas Arrese Igor, Pompeyo Audivert, Cristina Banegas, Gaby Ferrero, Paula Ituriza, Horacio Marassi, Juliana Muras, Osmar Nuñez, María Onetto, Alberto Suárez y Diego Velázquez – Autora: Sophie Calle – Dirección: Emilio García Wehbi
No sé si esta mujer viajó a Japón o no. No sé si lo que cuenta es real o es el texto. Tampoco si el texto cuenta una historia real. Lo cierto es que las fotos exhibidas por decenas la muestran en cuanto rincón oriental ha podido recorrer. También es cierto que Maricel Alvarez, en el papel de quien ha padecido tan exquisito dolor, es convincente. Y la exquisitez no hay que tomarla en su acepción cotidiana, sino en el significado de la medicina, que no es lo mismo.
Por otro lado hay una serie de personas que apoyan su relato. Ella misma comienza la catarsis no bien se da cuenta de que su ilusión no fue. Y cada vez le importa menos. Hasta que no le importa nada. Repite la letanía del encuentro y del desencuentro con sus emociones e inflexiones que varían según los días. Es lógico. Nos pasa a todos. El tiempo borra toda huella, lo pasado pisado, siempre que llovió paró.
De todos modos permanecerá en el espectador el inenarrable misterio que borra las fronteras entre el texto y la realidad, entre el teatro y la vida, entre la actuación y lo auténtico. Será como querer enterarse del truco del mago. Si me entero, no lo disfrutaré más. La cuestión es que ella soluciona el problema de su dolor exquisito comparándolo con el de otras personas. Siempre hay alguien que está peor. La técnica funciona. Emilio García Wehbi plasmó estupendamente esta alienación galopante y excéntrica. Una vez más este director ha llegado al alma del espectador, generándole muchas preguntas que no siempre tendrán respuesta.
La llamativa puesta en escena es nívea y ascética, sólo cortada por el rojo encarnado en el vestuario –Martín Churba y Andrea Saltzman-, en parte de la escenografía y en el corazón de quienes la acompañan electrónicamente, corporizados en un muñeco casi maldito que de a ratos cobra vida para contar espantosas penurias, minimizando así el ahogo de la protagonista. Martin Wullich
Se dio hasta septiembre 2009
Beckett Teatro
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