Una vez más, una gran mayoría de argentinos se acostaron con los dientes apretados, los puños cerrados, y algo tarados. Las desmesura los había invadido como la triste figura de un jugador con la camiseta del 10 en la espalda y la frente apoyada sobre la grama. Con títulos de diarios lacónicos se hablaba de Messi y la derrota de Argentina ante Chile: “Nacidos para ser segundos”.
El fútbol no es el mundo, el fútbol no es la Patria como para que mozos que deben atender un lugar, desatiendan a los parroquianos y encima propinen insultos. Tampoco para que los choferes de taxi no respondan un buenas a su pasajero ni para que los porteros rieguen los pies a los viandantes. Los incapaces se vuelven multitudes en la Argentina y en otras partes del mundo. Creen que la azul-celeste y blanca se cuelga por un partido de fútbol, no por el General Manuel Belgrano.
Taimados de la estupidez, revoleadores de la ignorancia, la vida es otra. La fuente del ánimo pasa por lugares más profundos en los que existe la bonhomía, el territorio bien entendido y la justicia. Es más, todavía no nos dimos cuenta de que un Papa no es argentino sino de 2000 millones de católicos, aunque muchos creyentes -en este caso- rezongen con alguna razón. Populismo, barbarie, crédulos insuperables.
Vale leer las líneas de un sabio argentino, Santiago Kovadloff: “Ganar se ha convertido para las mayorías en indispensable para saber quiénes somos los argentinos y cuánto valemos. Perder, por lo mismo, equivale a desaparecer del espejo de la identidad. Es evidente que estamos ante un exceso, ante una desmesura. En suma, como argentinos es fundamental el logro de un sistema político, social, económico y cultural que permita asimilar las derrotas deportivas como parte de lo que nos pasa, no como lo único relevante que nos puede suceder. Por cierto a esto hay que añadirle una dosis de sentido del humor. Perder, después de todo, también dice en parte lo que significa jugar.”
Agregaría… ¿acaso los argentinos recordamos las hazañas en el río de Agenor Almada, las del mar de Vito Dumas, las de atletismo de Delfo Cabrera o la multiplicidad de Carlos Menditeguy? Los colores de Belgrano no son solo para la cancha. Mariano Francisco Wullich
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