Todas las últimas visitas a Buenos Aires de Daniel Barenboim han sido notables, no solamente por la calidad musical del pianista y director, nacido en Buenos Aires en 1942, ciudadano argentino, español, israelí y palestino, sino también por su versatilidad. En esta ocasión Barenboim previó dos conciertos para el Teatro Colón al frente de la West Eastern Divan Orchestra con las tres últimas sinfonías de Mozart, más un concierto dedicado a Ginastera y Salgán, más un recital a dúo con Martha Argerich, en tanto para el Mozarteum Argentino ofreció dos recitales de cámara, acompañado por su hijo Michael Barenboim en violín y el destacado cellista Kian Soltani en violoncello, ambos integrantes de la WEDO.
Recibido siempre con admiración y afecto por el público argentino, los dos programas de abono de Barenboim para el Mozarteum coincidieron en dos obras: la apertura con el Trío en Do Mayor K. 548 de W. A. Mozart y el cierre con el Trío en La menor Op. 50 de Tchaikovsky, dedicado a Nikolai Rubinstein. Respecto de la primera obra, al escuchar la interpretación no pudimos evitar recordar una reciente declaración del músico, en la cual han coincidido no pocos intérpretes: “El problema con Mozart es que resulta demasiado fácil para los niños y demasiado difícil para los adultos”. Por supuesto, el equilibrio de la obra respondió en este caso a un profundo conocimiento, que tratándose de Barenboim no pareció ir en desmedro de la emotividad. Aunque si de emociones se trata, los mayores aplausos se los llevó el bellísimo Trío de Tchaikovsky, A la memoria de un gran artista, que generó un clima de notable intimismo romántico que más tarde se extendió a los bises, con los dos movimientos intermedios del Trío Nº 1 de Felix Mendelssohn.
El piano sonó por momentos extrañamente apagado. Alguien nos comentó que el instrumento en cuestión fue llevado hasta el Colón por pedido expreso del propio Barenboim, y que se trataba de un prototipo construido por su encargo, en el cual las cuerdas se ubican en forma paralela a las teclas, en lugar de mantener una disposición diagonal. No sabemos si en efecto habrá sido ese particular piano el que utilizó Daniel Barenboim en esta ocasión, pero en todo caso ello explicaría el sonido, de escaso brillo.
El programa de la función correspondiente al primer abono se completó, justo antes del intervalo, con cinco de los 24 dúos para violín y violoncello compuestos por el alemán Jörg Widmann (n. 1973). En la platea, una persona se preguntó en voz alta si realmente era necesaria la inclusión de esos dúos. La respuesta pareció definitiva: no, de ninguna manera era algo necesario, ni tampoco conveniente. Pero esas piezas, por fortuna breves, sirvieron para demostrar al menos dos cosas: que Daniel Barenboim, en el Teatro Colón, todavía puede darse el lujo de imponer sus propios criterios artísticos, por caprichosos que puedan parecer; y que, contrastes mediante, la belleza de la música de Tchaikovsky y Mendelssohn se sigue imponiendo de manera definitiva confrontada con esta clase de obras contemporáneas. Germán A. Serain
Fue el 25 de julio de 2016
Teatro Colón
Libertad 651 – Cap.
(011) 4379-7100
mozarteumargentino.org
Michael Barenboim en la página Barenboim Said
Sitio Web de Kian Soltani
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