Un muy buen cierre de la temporada 2013 ofreció el Mozarteum Argentino con el Combattimento Consort Amsterdam, dirigido por su titular, el insigne Jan Willem de Vriend, al que se incorporó el solista Thomas Carroll con su violonchelo. El programa se inició con el Septeto Nannerl, divertimento de Wolfgang Amadeus Mozart -dedicado a su hermana, a quien así llamaban- que marcó su característica lúdica especialmente en el Rondó, que generó un aplauso cerrado, como si la pieza hubiera terminado.
Quizás, quienes no la conocían, hicieron mal la cuenta de los movimientos y comenzaron a aplaudir antes del último, o habrán sentido el impulso ante la perfecta interpretación. Sea como fuere, el aplauso es contagioso. De Vriend lo tomó como un halago, dicho con mucha simpatía y humor y casi sin aguardar atacó con el final, la preciosa Marcia alla francese. Es notable que cuando algunos rompen el tácito protocolo de no aplaudir entre movimientos, terminan siendo más molestos los chistidos de los supuestos “puristas” que intentan acallarlos. Si el aplauso es la expresión gozosa de un sentimiento, no debería molestar sino alegrar. Y eso fue lo que le ocurrió al mismísimo director, sentirse feliz ante las sonoras palmas.
A renglón seguido hizo su entrada el notable violonchelista Thomas Carroll, quien durante todo el Concierto No. 1 de Franz Joseph Haydn demostró su capacidad y compromiso expresivo sin dejar jamás de estar atentísimo a la dirección. Carroll es un coloso, que logró personalísimos sonidos del instrumento, y sobrellevó con soltura sus dificultades naturales, disfrutadas particularmente en el Allegro Molto final. También los momentos graves y lentos fueron de extremo deleite.
Ya en la segunda parte, el Combattimento Consort Amsterdam interpretó la Suite de Les Boréades, de Jean Philippe Rameau, con el añadido de percusión que creó un especial clima aunque de poco contraste para marcar los vientos de Boreas. Siguió la Sinfonía Trauer -la fúnebre- de Mozart para cerrar el concierto, con el tempo adecuado y un sonido brillante que se mantuvo a lo largo de toda la interpretación.
Con un aplauso tibio, ya que la sala mostraba muchas plateas vacías, Jan Willem de Vriend no se hizo desear y regaló, después de una cálida dedicatoria a nuestro país, “una pequeña pieza de Glück que no sabemos por qué razón nos recuerda mucho a Argentina”, misterioso testimonio que preludió el exquisito y digno final de un regio ensamble. Martin Wullich
Fue el 30 de octubre de 2013
Teatro Colón
Libertad 651 – Cap.
mozarteumargentino.org
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