Fue elogiado por Arnold Schoenberg e Igor Stravinsky y admirado por Gustav Mahler; Leonard Bernstein dirigió la première de su Sinfonía No. 2, y Leopold Stokowski dirigió la No. 4. Es esta última sinfonía la que a mediados de los sesenta le hizo ganar a su autor, de manera póstuma, un premio Grammy. Irónicamente, es un compositor que durante mucho tiempo no fue tenido en cuenta, situación que parece venir revirtiéndose en las últimas décadas. El protagonista de esta historia: Charles Ives (1874-1954). Y algo tiene que ver el talentoso director venezolano Gustavo Dudamel.
En 2021, Ives volvió a ser honrado en la nominación de los premios Grammy en más de una categoría, pero la que le valió un premio fue en la de mejor interpretación orquestal, gracias a la impecable labor de Gustavo Dudamel y la Filarmónica de Los Angeles. La noticia del premio le llegó a Dudamel en pleno ensayo de Otello, de Giuseppe Verdi, en el Gran Teatre del Liceu, en Barcelona. No es la primera vez que el venezolano, nacido en Barquisimeto hace cuatro décadas, obtiene un galardón Grammy: el año pasado fue premiado por Sustain, del compositor contemporáneo estadounidense Andrew Norman, y en 2012 por la cuarta sinfonía de Johannes Brahms.
La biografía de Charles Ives es particular, porque no es el típico caso de aquel artista que dedicó toda su vida exclusivamente a su rubro, en este caso la música. Si bien aprendió escuchando a su padre tocar en la banda del ejército estadounidense durante la Guerra de Secesión, y a la temprana edad de catorce años se convirtió en organista de iglesia, Ives también fue corredor de seguros.
Ives tuvo la habilidad suficiente para combinar su capacidad en el mundo de los negocios con su veta musical. También tiene en su haber composiciones hechas en sus años mozos. Ives, que aprendió de su padre la música de Stephen Foster, el “padre de la música estadounidense”, compuso a los diecisiete años las Variations on “America”, un arreglo para órgano de la tradicional canción America (My Country, ‘Tis of Thee). Ives, que también era un apasionado de los deportes, decía que producir este trabajo fue tan divertido como jugar al béisbol. Pese a la modestia con que Ives solía referirse a su propia composición, esta no es algo sencillo sino que, según los conocedores, presenta sus grandes desafíos.
Como alumno de Yale, Ives componía música coral y de iglesia, y hasta se dio el lujo de ser el autor de la música de la campaña presidencial de William McKinley. Ives compuso su Symphony No. 1 siendo alumno del compositor y organista Horatio Parker; de hecho, el segundo y cuarto movimiento de esta sinfonía fueron su tesis de graduación, en 1898. Una vez concluido su paso por Yale, Ives comenzó a trabajar para una compañía de seguros en Nueva York, y algunos años después estableció su propia empresa aseguradora, Ives & Myrick, donde trabajó hasta su retiro. Dentro del rubro seguros, Ives dejó su legado: creó paquetes de seguros de vida que con el tiempo fueron el fundamento de lo que se conoce como planificación testamentaria, y publicó en 1918 Life Insurance with Relation to Inheritance Tax (“El seguro de vida en relación con el impuesto sucesorio”), material que tuvo una buena aceptación.
Al tiempo que se dedicaba al rubro de los seguros, Ives seguía componiendo en el tiempo libre que le dejaban sus tareas laborales. Tuvo un lapso de gran creatividad entre 1907 y 1918, cuando sus problemas de salud fueron afectándolo hasta que prácticamente dejó de componer hacia 1927. Sin embargo, dedicó tiempo a revisar su obra anterior. Murió en 1954. Su viuda, Harmony, legó las regalías de sus composiciones a la Academia Estadounidense de las Artes y las Letras.
Las cuatro sinfonías que Charles Ives compuso y que Gustavo Dudamel aborda en este álbum comprenden el período entre 1898 y los primeros años de la década del veinte. Se evidencia una notable transformación entre su primera sinfonía, compuesta en el estilo del romanticismo tardío, y la cuarta, muy disonante y de una complejidad tal que requiere de dos directores por la magnitud de la orquesta; además, en esta cuarta sinfonía Ives utiliza métricas y tempos distintos.
Para la segunda sinfonía, Ives rompe con la tradición de los cuatro movimientos: el cuarto movimiento es un Lento maestoso que preludia el quinto y último movimiento, Allegro molto vivace. Ives compuso esta sinfonía cuando tenía unos veintitantos años, pero recién se estrenó en 1951, con la Filarmónica de New York dirigida por Leonard Bernstein. Ives no asistió al estreno sino que la escuchó por radio y, según se cuenta, no estuvo muy satisfecho; Bernstein se habría tomado demasiadas libertades con la partitura. En el caso de la tercera sinfonía, se dice que Gustav Mahler llevó el manuscrito a Europa con la intención de ejecutarla allí, pero murió antes de que este supuesto plan se llevara adelante. Aunque Ives la compuso entre 1908 y 1910, no fue sino hasta 1946 que un admirador de Ives, Lou Harrison, condujo la primera función en público en la ciudad de Nueva York.
Charles Ives fue un prolífico compositor además de hombre de negocios, una singular e interesante combinación. Y nada mejor para dirigirlas que un grande como Gustavo Dudamel, en una genial fusión de talentos surgidos al norte y al sur del Río Bravo. Viviana Aubele
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