Los obras del francés Jean-Luc Lagarce (1957-1995) han comenzado a ser interpretadas con bastante frecuencia. En particular Apenas el fin del mundo, uno de sus últimos textos, que además ha sido llevada recientemente al cine. Se trata de un hombre llamado Louis, que después de una prolongada ausencia decide volver a su casa para comunicarle a su familia que su muerte está cercana. Sin embargo, su llegada reaviva viejas rencillas y antiguos rencores, dormidos hasta entonces. Hasta que finalmente su visita, reducida a una serie de intercambios estériles y hostiles, se limita apenas a unas horas. Al caer la noche del domingo, Louis decide volver a partir, esta vez para siempre, sin decir nada a su familia acerca del verdadero motivo de su viaje.
Podría decirse que la soledad, intrínseca de todo ser humano, es el verdadero núcleo temático de esta obra. La soledad que está presente además en la incomunicación. Por este motivo es que en la pieza predominan los monólogos, en lugar de los diálogos, con los cuales los personajes logran decirse, de todos modos, poco y nada. Esas personas que Louis encuentra en su propia casa una década después de su partida son para él prácticamente desconocidos. Y ellos, por su parte, nada conocen acerca de él. Pero no radica en este desconocimiento lo dramático, sino en la falta total de una conexión que les permita volver a crear un contacto. El espectador acaso tenga la impresión de que un diálogo abierto y honesto permitiría a los personajes salir del enorme enojo que parece dominarlos. Pero el lenguaje se revela inútil a la hora de establecer vínculos. El triste resultado es una sensación de aislamiento irremediable, que parece dominarlo todo, tanto en la vida como a las puertas de la muerte.
En medio de un clima opresivo y un contexto prácticamente chejoviano, cada uno de los integrantes de esta familia desarmada se enfrenta a sus propias frustraciones, inútilmente. En esta versión tanto la obra como sus personajes se sitúan lejos de su origen francés, para aproximarse a la realidad de algún suburbio de clase media-baja, que por algún giro idiomático bien podría situarse en la Argentina. Las actuaciones son todas convincentes y tanto el montaje escenográfico como la iluminación resultan efectivos. El espíritu del trabajo, al que vale la pena acercarse, quizá pueda resumirse en una de las sentencias que profiere Louis, cuando ya ha podido darse cuenta de la inutilidad de su intento de volver al hogar para realizar su despedida: «Es como de noche en pleno día, no se ve nada, oigo los ruidos nada más, escucho, estoy perdido y no encuentro a nadie». Germán A. Serain
Viernes a las 20.30
Teatro El Portón de Sánchez
Sánchez de Bustamante 1034 – Cap.
(011) 4863-2848
elportondesanchez.com.ar
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