Antígona – Actúan: Juliette Binoche, Obi Abili, Kirsty Bushell, Samuel Edward-Cook, Samuel Fromkin, Finbar Lynch, Patrick O’Kane y Kathryn Pogson – Escenografía e Iluminación: Jan Versweyveld – Vestuario: An D’Huys – Autor: Sófocles – Traducción: Anne Carson – Dramaturgia: Peter van Kraaij – Video: Tal Yarden – Música y Sonido: Daneil Freitag – Dirección: Ivo van Hove
Ante imprudentes espectadores que con desenfado se autoproclamaron novatos al interrumpir la excelsa aparición en escena de Antígona, representada magistralmente por Juliette Binoche y dirigida por el reconocido director Ivo van Hove, con una disonante ola de aplausos, la tragedia de Sófocles se reinventa en un espacio urbano y con reminiscencias de un futurismo cinematográfico propio de los años ’70. O, al menos, así lo sugiere la puesta a cargo de Jan Versweyveld, en la que dispuso el negro y otros tonos apagados, ligeramente entrecortados por un omnipresente sol-luna durante casi toda la obra y unos difusos videos que evocan a los oficinistas y transeúntes de citadinos escenarios contemporáneos.
Todo el elenco se destaca por su relación con un incesante drama que envuelve a los personajes, a veces con forzados intentos de humor que tuercen la cadencia de la obra. El brío de Binoche le devuelve un aggiornado atuendo a la clásica Grecia mediante refinados ademanes y expresiones, contrastantes con los adustos gestos de Patrick O’Kane quien representa un inquebrantable y autoritario Creonte, sin dosificaciones pero tampoco excesos. La mesura también está presente en Kirsty Bushell quien, en formidable representación de Ismene, lidia con la tensión constante de su hermana Antígona.
La obra se refuerza por una creativa puesta de luces –también a cargo de Versweyveld- que marca la transición de los binomios noche-día y vida-muerte; mas no así por la música, reincidente en patrones que -lejos de ser un leit motiv– se vuelven repetitivos. Otro desacierto se da con el ocaso del sol y la proyección en pantalla de una Antígona aguardando en la morgue a ser develada. Este desliz es rápidamente superado en el acto final por todos los personajes presentes en escena que vuelven a su cotidianidad.
Entonces el grito ahogado de Creonte se pierde nuevamente en ese vaivén urbano -ya fuera de la pantalla grande- que se distrae con los platos enjabonados después de la cena, el arreglo de un bonsái y una máquina de escribir que mediante su eco sólo registra y reafirma su presente y férrea existencia. Martín Quiroga Barrera Oro
Fue hasta fin de octubre de 2015
Eisenhower Theater
2700 F Street -Washington D.C. – U.S.A.
The John F. Kennedy Center for the Performing Arts
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