Agustina Sario es bailarina. Se encontró con su actual compañero Matthieu Perpoint (conocido aquí por Cuando llueve) arriba del escenario. Hoy han creado 4 movimientos para una sinfonía en donde ambos bailarán. Además Perpoint y Demián Velazco Rochwerger han compuesto la música.
Con la colaboración de Fabiana Barreda y Andrea Saltzman en el área estética, la obra mezcla varios lenguajes, no puede quedarse en uno solo, pero también incluye texto en el que se cuelan reflexiones. “En el tercer movimiento, el amor es física y alquimia sagrada. Unión carnal y espiritual. Y en el último, la danza es colectiva y todos somos inmateriales e infinitos como el sonido y el silencio”, describe Barreda.
Liberándose de los estereotipos acerca de lo erótico, Sario encontró una nueva forma de narrarlo. El espectáculo podrá verse desde el jueves 7 de marzo en el Club Cultural Matienzo.
¿Cómo te resulta trabajar junto con Matthieu, en este primera labor con tu pareja?
Siempre digo que donde mejor nos llevamos es trabajando. Nos conocimos trabajando, trabajamos como intérpretes para diferentes coreógrafos, hicimos muchas giras juntos, coordinamos clínicas de creación y seminarios. Matthieu me acompañó en trabajos que dirigí, como interlocutor y músico. Es como una cita juntarnos a trabajar, un momento para encontrarnos.
¿En qué medida les resulta beneficioso ser pareja fuera del escenario o en qué medida los puede perjudicar?
No creo que nada sea receta de nada. Simplemente para nosotros desde el inicio la conexión fue personal y artística y cada plano nutre al otro. El trabajo siempre resulta un terreno fértil para acercarnos y -lo que es más- brinda una calidad de tiempo diferente a la de la vida cotidiana, las demandas de ser padre y madre donde no es tan simple conectarse.
¿Entre los dos realizaron toda la coreografía? ¿De quién surgió la idea original?
Queríamos salir del formato del solo que trabajamos en la obra anterior (Solo nº 3) donde Matthieu y Velazco Rochwerger trabajaron lo sonoro, me sostuvieron y acompañaron en el rito que generaba a través de mi cuerpo, un rito contemporáneo y femenino. Seguidamente aparecieron las ganas de hacer una creación en la que ambos tuviéramos más espacio. Así empezamos a pensar en 4 movimientos para una sinfonía, trabajando con desafíos para cada uno por separado y para los dos juntos. Con fuertes ganas de seguir conociendo a un equipo de personas muy creativas que colaboran ya desde varias obras con nosotros, como Leandro Egido en diseño textil, Joaquín Wall en video, Adrián Grimozzi en luces y el mencionado Velazco Rochwerger en música. Lo sinfónico aparece en el diálogo que se establece entre todos estos planos. Con entrega, profundidad y autenticidad.
La idea apareció bocetando deseos, esa máquina de pensar obras nos divierte mucho y constantemente la ejercitamos. Obras, muchas que se descartan automáticamente y otras que comienzan a crecer y trabajarse. Matthieu quería hacer algo con lo musical o pensar un trabajo desde lo musical. Así surgió la idea de trabajar con la estructura clásica de una sinfonía, con inicio, desarrollo, ruptura y final. Esto se cruza con la idea de que los planos sonoro, físico, plástico y estético-espacial sean autónomos y sinérgicos unos con otros. Ahí aparece el equipo y la creatividad en la mirada de cada uno.
¿Cuál es la labor que lleva a cabo Fabiana Barreda?
Fabiana es central para que podamos escucharnos, ella es una invitación a darle lugar al otro. Poder escuchar y valorar. Fabiana genera una sinergia de trabajo fantástica. También a nivel de asesoramiento estético es muy clara y nos permite encontrar nuestros propios lugares de interés y poder echar raíces estéticas y plásticas. Los dos últimos trabajos tienen prólogos escritos por ella que a mí me gustan mucho.
¿Cuáles son las enseñanzas más importantes que te ha dado tu carrera y que hoy te permiten ocupar un lugar relevante dentro de la danza?
Mi carrera es lo que más hice en mi vida hasta hoy. Junto a mi carrera viví, me enamoré, fuí mamá. Mi carrera es vital para mí, es un lugar de respiro, me da perspectivas cuando me ahogo, me da dirección cuando pierdo el rumbo. Al trabajar desde el cuerpo y con el cuerpo es muy integral la mirada que pide y abre un vínculo interesante entre disciplina y libertad.
¿Cuál fue tu experiencia con las becas que te otorgaron? ¿Pudiste conocer otros países?
Sí muchos, yo soy bastante obsesiva. Así que, por ejemplo, antes de viajar con la Beca Antorchas de perfeccionamiento al exterior por un año, preparé detalladamente todo el año de estudios, dispuesta a tomarme un año sabático. Comencé la beca por Alemania y conocí a una coreógrafa hermosa: Stephanie Thiercsh de la Cía. Mouvoir. Creo que desde el primer día que nos conocimos -donde supuestamente iba a presenciar ensayos- empecé a bailar para ella. Así fuimos a Inglaterra al poco tiempo, y el año de estudios programado se vio desbaratado porque integré una obra que giró por Finlandia, Polonia, Costa Rica, Nicaragua, México, Singapur y Portugal. Luego seguí viajando por Francia y Holanda para conocer a dos maestros que fueron eje para mí: Julyen Hamilton y Mark Tompkins.
¿En esta obra en particular te ves como actriz o principalmente como bailarina?
Yo trabajo mucho desde el movimiento, que las cosas estén en circulación, que te toquen, que me hagan sentir y así buscar cómo le hago sentir al espectador. Eso es lo que me pregunto, a veces es hablando, otras moviéndome, otras accionando, no sé. Lo que prima siempre es que toque y mueva.
¿Qué encontrará el espectador cuando vea 4 movimientos para una sinfonía?
Gran pregunta, se va a encontrar con nosotros. Con un mundo que se zafa del cotidiano y que llega a la persona. Eso desde varios planos sonoro, plástico, físico, lumínico, video. En este trabajo investigamos mucho en lo expresivo del video y cómo esa voz de esta sinfonía agudiza percepciones. Lo físico y lo sonoro tienen lugares de encuentro y de distancia. El universo plástico, tanto el diseño espacial como el uso de materiales, también tuvo su búsqueda en texturas, colores, consistencias.
¿Qué lugar ocupa el erotismo en el espectáculo?
4 movimientos para una sinfonía comenzó en una primera etapa de trabajo en Casa Sofía que la estructuré con un dispositivo básico ligado a la frecuencia que ellos me proponían. La residencia era en 4 días, 4 horas por día y decidí trabajar 4 facetas de la mujer: madre, reflexiva, adolescente y sensual. Atravesando estos 4 cuerpos fue que apareció, entre otras cosas, el erotismo. Tiene un lugar particular por la búsqueda que implicó para mí, sacarme la idea -que no sabía que tenía- de estereotipos de “erotismo” para poder descubrir qué erotiza mi piel y cómo me mueve eso. Otra gran pregunta fue cómo compartirlo con el espectador, eso fue gran parte de la investigación. Luego hubo una segunda residencia de trabajo en Centro Cultural Matienzo, donde la estrategia creativa fue guiada por Matthieu Perpoint y así aparecieron otras preocupaciones, otras formas de abordar el cuerpo; otra energía.
¿De qué manera confluyen la danza, la música y las imágenes dentro de la pieza?
Todo dialoga con una voz propia, sin imponer a las otras y teniendo bordes suficientemente permeables como para poder establecer un diálogo. No queríamos que hubiera una primacía de la coreografía, queríamos explorar las capacidades expresivas de cada plano y que suenen juntas como diferentes voces de lo sinfónico.
¿Hay texto en la obra o el relato está basado en movimientos, sonidos e imágenes?
Sí hay texto, tiene un espacio importante ligado a reflexiones. No nos limitamos expresivamente, tomamos lo que necesitamos para contar lo que queremos. Y trabajamos cada materia de manera que no nos resulte un elemento prestado, lo mantenemos cerca de nosotros.
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